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La maternidad es el techo de vidrio

16 de Febrero de 2018
Act. 16 de Febrero de 2018

Estos días se ha conocido, por un estudio de UGT de Cataluña, que la brecha entre las pensiones de hombres y mujeres es de 40%. Pero esta brecha salarial nace más atrás: de la brecha de remuneración existente entre géneros y que da lugar a menores cotizaciones y a pensiones menores; a esto hay que añadir que las pensiones de viudedad son muy reducidas.

Dejando al margen temas de justicia, moral y ética, el que importa en una economía es la demasiada salarial total que se mueve en tal economía; en consecuencia, a la economía no le importa que exista una brecha salarial de género sino que tal demasiado salarial sea elevada o reducida. Pero claro, y continuando por un razonamiento puramente económico, desde la perspectiva del consumo iría muy bien que la remuneración real media de la mujer se incrementara, entonces lo harían el gasto en consumo y el ahorro, además de la recaudación impositiva y los ingresos por cotizaciones de la Seguridad Social, pero esto traería al hecho que los costes laborales crecieran (los totales), lo cual en el caso de España sería muy negativo de cara a la competitividad porque, en gran medida, la competitividad española se sustenta en bajos niveles salariales.

Hasta ahora, y desde siempre, se ha mantenido tal brecha remunerativa de género y la situación tan sólo ha sido abordada desde puntos de vista académicos; si ahora ha saltado a la prensa tal vez sea porque el incremento salarial del cual se viene hablando pueda venir por la reducción de tal brecha el cual, además, podría aportar réditos políticos a los partidos que lo apoyaron. Pienso que si la mujer trajera sus reivindicaciones hasta sus últimas consecuencias -protestes, manifestaciones, vagas- el trabajo temporal y el trabajo a tiempo parcial se reducirían, pero la desocupación podría aumentar al crecer la contratación a tiempo completo (masculina y femenina) y desplazar al paro a personas –hombre y mujeres, pero sobre todo mujeres– no contratadas a tiempo completo. Recordamos que la española es una economía intensiva en trabajo y no intensiva en capital.

El techo de vidrio

El que más influye en los techos de vidrio femeninos para conseguir cargos de alta dirección son los roles sociales, la cultura de la sociedad. La que queda embarazada es la mujer y aunque el periodo de gestación discurra sin ningún problema, en el ámbito social el embarazo ya supone una limitación. Después, después del parto, en los primeros meses, la dependencia más grande del bebé es hacia la madre. Y, posteriormente, la sociedad ha supuesto que "de ciertos temas relacionados con los hijos" es la mujer la que tiene que ocuparse de ellos.

Todos estos factores, a lo largo de los siglos, han influido en la mujer. La mujer hubiera podido plantear, hace décadas, que a partir del parto "el 50% de las tareas relacionadas con los hijos, a repartir con el padre" y no moverse de tal posición; pero entonces habría tenido el rechazo social, y la mujer, como madre y como mujer, no ha querido tal cosa (y ni el hombre ni la sociedad, en general, han hecho nada para invertir tal dinámica). Bien es verdad que, se mire como se mire, la maternidad es un techo de vidrio para la mujer, un techo que no se rompe con normas de conciliación porque es cultural –de la mujer y del hombre– y de la sociedad como conjunto.

"Los techos de vidrio y las brechas salariales, presentes en todos los países, se deben de a patrones culturales y educativos"

Si una compañía tiene como directora financiera a una persona a la cual está pagando en fijo más bonificación 500.000 dólares anuales, ni la empresa, ni la sociedad entenderían que tal persona, si fuera hombre, no pudiera estar en el Japón dos semanas para resolver un problema que tiene la empresa debido a una cuestión relacionada con los hijos; en cambio se diría: "Que se ocupe otra persona. Su pareja, sus padres, o que contrate a alguien". Si fuera una mujer el que se diría es algo pareciendo a: "Claro, es que la mujer tiene otras preocupaciones más importantes como los hijos, la familia, ...".

El techo de vidrio que tiene la mujer para llegar a altos lugares directivos es, fundamentalmente, la maternidad y como la sociedad y la misma mujer han abordado la cuestión. La baja natalidad no es hoy en día un problema, al revés, la desocupación estructural que luce España –y no solamente España– indica que existe un exceso de población activa; es decir, el techo de vidrio no es la maternidad de un segundo hijo, sino del primero.

A esto, añadimos como de mal asumen una gran parte de hombres el hecho que una mujer con la cual se relacione tenga una remuneración superior a la suya. Es decir, los techos de vidrio y las brechas salariales, presentes en todos los países, se deben de a patrones culturales y educativos: "La mujer en casa y cono la pierna quebrada". Qué cultura es capaz de acuñar un refrán como esta?

Es necesario una batería de leyes que persigan la discriminación de género, claro, pero si no se empieza a educar a las niñas y los niños desde su niñez en el seno de las familias y en las escuelas, esta legislación no servirá para nada porque la cultura y las actitudes no se modifican las leyes.