especializada en videojuegos, tecnología y tendencias digitales

Los 10 mandamientos de los videojuegos en casa

24 de Marzo de 2025
Act. 24 de Marzo de 2025
Gina Tost | VIA Empresa

Cada vez que encuentro a gente nueva que sabe que en casa jugamos a videojuegos, me preguntan cómo lo hacemos. En un momento que se reivindica un mundo analógico totalmente para los niños, en casa intentamos navegar la vida con las herramientas que tenemos.

 

Hoy les traigo 10 mandamientos para jugar a videojuegos con los niños, que no están escritos en piedra, pero que a nosotros nos funcionan.

  1. Las normas son claras, pero la vida no.
    Los videojuegos pueden ser una herramienta fantástica para compartir momentos en familia, estimular la creatividad y, incluso, aprender. Pero como toda actividad, deben tener unas reglas claras para que no se conviertan en un caos absoluto. En casa tenemos unas normas bien establecidas que nos ayudan a disfrutar sin conflictos. Se deben seguir, pero si un día nos las saltamos, no pasa nada porque puede ser puntual. Y no nos debemos castigar como padres (¡faltaría más! ¡Más culpa!).
  2. Los videojuegos son un momento social
    Jugar a la consola no es una actividad individualista y aislada. Es un espacio de encuentro, de compartir partidas y emociones. Esto significa que jugamos siempre juntos, nos ayudamos o simplemente observamos y comentamos. Los videojuegos son una experiencia compartida, no una burbuja donde cada uno se encierra para disfrutarla individualmente.
    Por lo tanto, los videojuegos: en el salón, no en la habitación.
  3. No solo se juega, también se habla de videojuegos
    Igual que preguntamos a nuestros hijos qué han hecho en la escuela, también nos interesa saber qué han hecho en el juego, o hablamos de la partida que hemos compartido. ¿Por qué les gusta ese nivel? ¿Qué reto nos ha costado más? Jugar no es solo apretar botones, también es una oportunidad para conversar, compartir y entender los intereses de cada uno.
  4. Los videojuegos deben ser adecuados a la edad
    Esto implica, como padre y madre, que el mayor reto es saber qué juegan tus hijos. No se trata solo de mirar la etiqueta PEGI, sino de entender los juegos, probarlos, y si es necesario, hablar de ellos. No dejaríamos que miraran cualquier película o serie sin supervisión, ¿verdad? Pues con los videojuegos, el mismo criterio, pero un punto más.
  5. Y esto me lleva al siguiente punto… ¿Quién hay al otro lado? En un libro o una película no hay un chat online con desconocidos que se puedan conectar.
    Se puede jugar con los amigos que conocemos de clase o de las actividades extraescolares, pero prohibido con gente que no he visto cara a cara. Aunque nos prometa ser un divertido chico de 12 años del pueblo de al lado. Si no lo conozco, no juego. La cantidad de malnacidos que se conectan a Roblox a cazar víctimas haciéndose pasar por niños y niñas es muy preocupante.
  6. Los horarios son sagrados
    En casa los videojuegos son para el fin de semana y en momentos concretos. Igual que no ponemos la tele a cualquier hora, los videojuegos tienen su espacio y su tiempo. Esto nos ayuda a equilibrar el juego con otras actividades y evitar que se convierta en un hábito descontrolado.
  7. Y cuando se dice que se ha acabado, se ha acabado. Aquí no hay margen para el drama. Si el final de la partida genera llantos y frustración extrema, significa que el juego no se está gestionando bien. Jugar no es un derecho divino. Quien no sabe acabar, quizás no estaba preparado para empezar.
    Evidentemente, como responsables debemos saber que si faltan 2 minutos para llegar a la meta y guardar partida, dejémosles que lleguen y no pierdan todo el camino hecho. O que si desconectar antes de que se acabe el tiempo nos genera un problema de reputación en el futuro, quizás no hay que generarles un problema. Ahora bien, los juegos online, no se guardan en un punto concreto. Que no les engañen.
  8. Las pantallas no son una moneda de cambio
    En casa no se negocia con videojuegos como premio o castigo. No hay un “si haces los deberes, puedes jugar” ni un “como te has portado mal, hoy no hay consola”. Jugar es una actividad que tiene su espacio dentro de la rutina, independientemente de si un día ha ido mejor o peor.
    Pero no es lo mismo decir: “Si haces los deberes puedes jugar”, que decir “Cuando termines los deberes puedes jugar”. Aquí no hay moneda de cambio, sino una consecuencia por ser responsable con lo que toca. Y solo he cambiado una palabra.
  9. Los videojuegos no son la única forma de diversión
    Pueden ser geniales, pero no pueden ser la única opción. En casa tenemos claro que hay muchos otros tipos de juego: leer, dibujar, construir, jugar afuera… Los videojuegos son una pieza más, no el centro del universo lúdico.
  10. Se juega con respeto. No se grita, no se lanza el mando, no se insulta. 

Podemos emocionarnos como si estuviéramos en el campo, pero siempre mantenemos la rabia en orden. Tanto si se juega contra una máquina como contra otras personas, el respeto es fundamental. Perder forma parte del juego, y saber perder (y ganar) con elegancia es una lección importante.

 

Y un extra... Jugar debe ser un placer, no una obsesión

Si un juego genera más frustración que diversión, quizás no es el adecuado. Si lo único que quieren hacer es jugar, quizás hay que frenar y replantearse las reglas. Los videojuegos deben ser una experiencia positiva, no una necesidad incontrolable.

"Lo más importante no es cuánto o a qué se juega, sino cómo se juega y con quién"

Por ejemplo, con los niños más pequeños quizás evitaría los videojuegos “adrenalinicos” y buscaría opciones más tranquilas para pasar el rato, o uno que fomente la repetición de una pantalla que les sea cómoda para ganar confianza.

Con estas normas, los videojuegos se convierten en una herramienta educativa y de ocio equilibrada. Porque al final, lo más importante no es cuánto o a qué se juega, sino cómo se juega y con quién.