El pasado martes comí con el ilustre catedrático de matemáticas y profesor de Comunicación Audiovisual de la UPF
Ignasi Ribas.Las comidas con Ignasi suelen ser comidas donde el espacio es relativo y el tiempo se contrae mientras hablamos de aquello que realmente es esencial: física, filosofía, política, arte, religión, historia, academia...
En momento mediático de la conversación fuimos a parar a la serie británica
Black Mirror, una
serie que pone las sociedades tecnológicas actuales ante el espejo yexplora los efectos. En palabras de su creador
Charlie Brooker: "Si la tecnología es una droga —y seasemeja mucho— qué son sus efectos secundarios?". La respuesta la encontráis en
el Black del título de la serie.
Black Mirror es un tipo de Dimensión Desconocida —también con episodios cerrados y con diferentes protagonistas— pero que en lugar de preocuparse por amenazas de tecnologías alienígenas, propias de la ciencia-ficción de la
Space Age americano,
se preocupa por las amenazas de las tecnologías de los humanos.Black Mirror es la Dimensión Desconocida de la generación de Twitter.
—La mèdia-ficción— dijo Ignasi.Mèdia-ficción? Qué gran concepto!
Un concepto simple que lo explica todo. Mi primera reacción fue de felicitarlo por el hallazgo, la segunda decirle que meapropiaría y lo usaría a menudo —con cita al autor eso sí— y la tercera pensar en cómo hacer un artículo.
Desde entonces que no me lo puedo sacar de la cabeza y cada vez que abro un diario, entro a Twitter o veo un escrutinio electoral, me arrecia en la convicción de qué
todo el que estamos viviendo sólo puede existir en un escenario de mèdia-ficción.Sólo la mèdia-ficción puede explicar la burbuja que las encuestas crearon alrededor de la subida de Podemos en estas últimas elecciones. La encuesta de intención de voto del CIS daba una subida espectacular al partido circular con la consiguiente actividad en las redes sociales. Pero las predicciones si se perciben como creíbles pueden cambiar el futuro. Una cosa es leer encuestas sobre la intención de voto de los Británicos en
el Brexit —el efecto que me produzca será irrelevante por el resultado porque no puedo votar— y la otra es leer una predicción sobre un hecho en el cual yo puedo influir. Nos lo explicó
Heisenberg: la observación de un fenómenocondiciona el resultado.
La otra historia de mèdia-ficción que hemos visto estos días ha pasado a Twitter y con su conocido efecto túnel. Un observador que sólo hubiera sido conectado a Twitter habría afirmado con toda rotundidad que
Podemos treuria mayoría absoluta de acuerdo con el número de tuits,
likes, retuits y su nivel de influencia a la red social. Pero, ay las!
en España hay de 36,5 millones votantes y sólo 1,5 millones usuarios de Twitter, y de momento el número de seguidores o el indicador de influencia Klout no computan en el recuento.
Y la última
gran historia de mèdia-ficción es la de la realidad creada por el medios de comunicación en base a informaciones falsas filtradas por un ministro del Interior con voluntad de destruir sus adversarios políticos, de influir en elecciones del 2014 —lo hicieron— y que finalmente han acabado para influir en las últimas, no en el sentido que dictaría la razón sino en el que dicta la mèdia-ficción.
El mapa resultante de las elecciones
es más un mapa mediático que un mapa político, el mapa de la mèdia-ficción en la que vivimos.