Politóloga y filósofa

Aislar la X

06 de Diciembre de 2024
Arianda Romans | VIA Empresa

En la escuela nos enseñaban a aislar la X para encontrar la solución a nuestros problemas. Ahora resulta que nuestro problema es si hay que aislar la X o no.

 

Abro Instagram y repaso las historias de la gente a la que sigo. "Nuevo perfil en BKSY", aparece en muchas publicaciones. "¿Qué es Bansky?", pienso riendo, imaginando que a mi madre le gustará una red social que se llama como uno de sus artistas favoritos. Entonces hablo con un amigo, le hago la pregunta que me ronda la cabeza y me dice que es el nuevo espacio digital al que ha migrado todo el mundo porque "Twitter ya no es lo que era".

Recuerdo cuando me hice Twitter, lo que ahora se llama por el cambio de nombre a cargo de su nuevo excéntrico propietario. Fue durante una clase de lengua y literatura catalana, donde la profesora nos dijo que era un nuevo medio donde podíamos tanto hablar con amistades como estar al día con las noticias. Incluso organizó un ejercicio en clase donde teníamos que hacer un tuit de cada capítulo que leíamos y un concurso por Sant Jordi, donde la mejor respuesta al tuit ganaría un premio. Lo gané porque, a veces, soy bastante ocurrente cuando no pienso demasiado.

 

"No es que antes Twitter fuera perfecto, pero, como mínimo, no era descaradamente maleable en manos de sus intereses"

¿Es realmente una buena solución salir de la trinchera? Twitter apareció como un espacio en línea de debate e intercambio de ideas, que todos sabíamos que podía traer malentendidos, pero donde, precisamente, residía su gracia: como espacio público digital, Twitter era una ágora donde podíamos hablar de muchas cosas, con resultados más o menos deseables. Sin embargo, desde que Elon Musk decidió comprar la compañía hace unos meses, el espacio se ha convertido en una plataforma mercantilizada que da prioridad a ciertos contenidos sobre otros, lo que ha hecho aumentar notablemente el número de comentarios polémicos y minimizar aquellos que no generan tanto engagement, como si eso fuera algo deseable a cualquier precio. No es que antes Twitter fuera perfecto, pero, al menos, no era descaradamente maleable a los intereses de unos pocos. Y el descaro es lo que molesta a las personas, no el rompimiento de las normas.

Una persona que se ha negado a marcharse es el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. En un comunicado en la red social decía: "Yo no me voy a ir de aquí. No voy a dejar de luchar. Sé que mi vida sería mucho mejor si dejara esta red. Pero mis causas son más importantes que mi vida. Así que aquí seguiré. No pienso ceder este espacio solo para quienes intoxican o difaman". Es una opción, pero no creo que sea muy relevante si todo el mundo se marcha en masa o si, aunque se mantenga como espacio, ya no lo utilizamos de la misma manera.

"La reflexión sobre si abandonar o no la trinchera es una decisión personal, pero el daño ya está hecho"

Hay quienes han comparado X con una relación tóxica que podrías intentar solucionar, pero de la que vale más la pena alejarse, o con una planta que debemos dejar de regar hasta que muera. La reflexión sobre si abandonar o no la trinchera es una decisión personal, pero el daño ya está hecho. Elon Musk ha comprado un espacio público. Elon Musk ha destruido un espacio público. Y, aunque no haya sido solo él, que la casa ya llevaba tiempo derrumbándose, que la extrema derecha llevaba muchos años latente en silencio y esto solo ha sido el punto de inflexión, el caso es que "Twitter ya no es lo que era". Y ahora no sabemos si debemos quedarnos, marcharnos o no hacer nada. Si resistir o priorizar otras batallas. La plaza ya está en llamas y no sabemos hacia dónde huir. Y, como estudiantes ofuscados y frustrados ante una ecuación, todavía no sabemos cómo aislar la X para encontrar la respuesta.