No parece tan difícil de entender como de aplicarlo: la gente que va contenta y relajada a su lugar de trabajo rendirá más, se involucrará más en el proyecto y dará mejor servicio que cuando se sienten inseguros, temerosos y poco reconocidos. Un clima de desconfianza es un freno a la creatividad y a la aportación de valor, pero tristemente, hay directivos que no encuentran otra manera de gestionar un equipo que creando una falsa autoridad basada en la creación de tensión y utilizando un tono agresivo.
Soy de las que piensan que de todo se aprende, pero también pienso que mostrar un liderazgo positivo, basado en la confianza y en la promoción del talento, es mucho menos traumático y mucho más rentable.
¿Y de quién depende? Este es el verdadero poder, muchas veces mal empleado, pero poder al fin y al cabo. El responsable del equipo tiene la oportunidad de sacar lo mejor de este o de hundirlo, haciendo que se limite a hacer las tareas que les corresponden y nada más. Cuando optamos por esta última vía todo el mundo pierde: el directivo perderá porque con un equipo a mínimos no consigues metas de máximos; la empresa pierde porque tampoco llegará al estadio deseado y por supuesto, el equipo se irá empobreciendo y agachará la cabeza en presencia de su superior. Es muy triste pensar que esta situación es la realidad en muchas de nuestras empresas, sean grandes o pequeñas, públicas o privadas.
"Mostrar un liderazgo positivo, basado en la confianza y en la promoción del talento es mucho menos traumático y mucho más rentable"
Me sorprende que a los directivos nos cueste tanto entender que sin los equipos no somos nada y que, sin equipos motivados, seremos unos gestores de mediocridad. Este es el tipo de conocimiento que no te enseñan en las escuelas de negocios ni en las universidades, pero que da o quita mucho rendimiento a lo largo de la vida profesional.
¿Por qué no nos ponemos en la piel de nuestros colaboradores y nos hacemos la pregunta clave: ¿qué necesita de nosotros el equipo? Evidentemente, la respuesta puede depender de la madurez de este, de la complejidad del negocio y de muchos otros factores, pero lo que seguro que no faltará en la receta son conceptos como confianza, transparencia, que valore la opinión del colaborador, que dé ejemplo, que aporte conocimiento, pero que muestre humildad y que sea generoso con el tiempo que les dedica. Esta es una receta ganadora y quien la aplique se llevará la estrella Michelin del management.
"Me sorprende que a los directivos nos cueste tanto entender que sin los equipos no somos nada y que, sin equipos motivados, seremos unos gestores de mediocridad"
Conseguir la confianza genuina del grupo es uno de los mayores logros a los que un buen directivo debe aspirar, y la gente te da confianza cuando lo que ve le gusta y se lo cree. Esto es lo que cuenta: que las personas confíen en tu criterio, en tu gestión y, sobre todo, en tu integridad cuando las cosas se tuerzan. Una persona que confíe en ti hará todo lo posible para contribuir al éxito, pero si solo se trata de un buen rollo artificial, porque intuye que a la hora de la verdad fallarás, no funcionará. Estas relaciones mantienen las formas, sonrisas en los pasillos o mientras dura el café que has pagado, pero no tienen más recorrido.
Por lo tanto, cuando hablamos de liderazgo positivo hablamos de equipos que funcionan en espacios de confianza, donde sienten que son importantes, donde creen en el propósito y donde ven un ejemplo que les convence y que les anima a mejorar y a arriesgar. El líder que lo practique conseguirá el reconocimiento del equipo y lo más valioso de todo, conseguirá dejar una huella positiva en sus trayectorias. Y no olvidemos nunca que un buen liderazgo es la mejor herramienta que una empresa tiene para obtener unos excelentes resultados que, al fin y al cabo, es la razón por la cual a los directivos nos pagan.