Etnógrafo digital

Burbujas arancelarias

10 de Abril de 2025
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

No tenemos una máquina que mida la inteligencia. Por eso, en 1950, cuando Alan Turing formuló la pregunta de si “¿pueden pensar las máquinas?” la cambió por la más medible “¿pueden las máquinas imitar la inteligencia humana?”.

 

Para demostrarlo, Turing recuperó un juego de salón victoriano donde un hombre se escondía en una habitación, una mujer en otra y los asistentes tenían que adivinar quién era quién, en un juego de preguntas y respuestas que intercambiaban por escrito y pasaban por debajo de la puerta. Se llamaba el juego de la imitación. Si una máquina podía imitar este comportamiento —entender preguntas y responderlas— el tiempo suficiente como para hacer dudar al auditorio de quién es el humano y quién es la máquina, se podría afirmar que muestra un comportamiento inteligente. Es lo que hoy conocemos con el test de Turing.

Y esto que vale para las máquinas también vale para las personas. A menudo, a la vista de según qué comportamientos humanos —yo tampoco tengo una máquina de medir inteligencias— me pregunto si aquella persona pasaría el Test de Turing. Sólo hace falta que pasen un rato por cualquier red social o por la Casa Blanca, que no son tan diferentes.

 

"Es gracias a la colaboración, a la capacidad de tejer redes sociales sólidas, estables y duraderas que hemos llegado a donde estamos"

Para tratar de entender lo que está pasando en el mundo, una vez separada la inteligencia del comportamiento, es importante entender qué es una red social. Por mucho que se esfuercen en hacérnoslo creer, las redes sociales no las inventó Facebook, ni MySpace y Friendster antes que ellos. No. Las redes sociales existen desde que existimos los animales sociales. Muchas bestias tienen sus redes sociales, pero es en los primates superiores que son importantes, muy especialmente en los Sapiens Sapiens. Es gracias a la colaboración, a la capacidad de tejer redes sociales sólidas, estables y duraderas que hemos llegado a donde estamos. Piensen en el esfuerzo colectivo de los EE.UU. para llegar a la Luna o el esfuerzo global para hacer esto que llamamos internet. Los Neandertales, que no eran tanto de colaborar no pueden decir lo mismo. Ya eran redes sociales, nuestra tribu, los compañeros de la escuela, los del trabajo y la pandilla del dominó antes de que naciera Mark Zuckerberg.

También es una red social la Casa Blanca. Una red social que como todas tiene como objetivo multiplicar las conexiones entre sus miembros y los miembros de otras redes; cuantos más, más poder. Recordemos que la ley de Metcalfe dice que el valor de una red se mide por el valor de sus conexiones (exponenciales a medida que aumentan los miembros). Así pues, una administración no deja de ser una red social.

Y como las otras, no es inmune a la simplificación de mensajes, los sesgos de confirmación, a la polarización y a las teorías de la conspiración. Y esto lo explica todo. Recuerden que así como el “proceso de selección” de la primera administración Trump lo llevó su yerno Jared Kushner, ésta la ha llevado su hijo Donald Trump Jr.. Si en su primer mandato los secretarios y asesores provenían de la banca, la empresa y las finanzas, el medio natural del promotor Kushner, ahora provienen de las conspiranoias más variadas de los márgenes de internet, donde se ha revolcado en “Don” Jr. desde que su padre empezó a ser alguien en Twitter (ahora X). Sólo un dato: la primera pregunta de los procesos de selección para trabajar en el Comité Nacional Republicano era “¿crees que Biden robó las elecciones del 2020 que Trump ganó?”.

Una característica del tirano es el hecho de rodearse de gente que le diga siempre que sí, formando una burbuja, una cámara de resonancia análoga a la que los algoritmos de las redes sociales nos hacen. Todos los asesores económicos de Trump saben que los aranceles no van a ninguna parte y que es una medida que siempre perjudica a quien los impone, pero no osan llevarle la contraria para no salir por los aires. La burbuja lame no es la única.

"Una característica del tirano es el hecho de rodearse de gente que le diga siempre que sí, formando una burbuja"

La otra burbuja es la mediática. Trump sólo utiliza la red social Truthsocial, que es suya, para informarse. Ataca, denigra y combate los medios de comunicación que él tilda de “medios anticuados”. Ni siquiera utiliza las otras redes sociales. Si ya sabemos que las redes sociales filtran y amplifican su contenido de acuerdo con nuestras creencias imagínense vivir en una burbuja mediática, dentro de una burbuja y que encima has hecho tú por ti. Partiendo de lo que ve, toma decisiones.

Donald Trump firma una orden ejecutiva que añade aranceles a casi todos los bienes importados durante su evento Make America Wealthy Again | EP
Donald Trump firma una orden ejecutiva que añade aranceles a casi todos los bienes importados durante su evento Make America Wealthy Again | EP

La tercera burbuja es la espaciotemporal. Por muchos titulares que dé diciendo que tiene la manera de presentarse a un tercer mandato, sabe perfectamente que no es posible, aunque sea por un tema biológico. Piensen cómo se sentirían si siendo responsable de un intento de golpe de estado no les hubieran ni juzgado, si estando condenado por 34 delitos hubieran ganado unas elecciones y, sobre todo, si Dios les hubiera salvado de la muerte porque todavía tenían que salvar América. Trump tiene claramente el síndrome de “Mierda para los que queden”, que somos todos.

"Trump tiene una visión distorsionada de la realidad fruto de la interacción de tres burbujas: la meta-mediática, la burbuja espaciotemporal y la de los lameculos (en terminología suya)"

Hans Rossling, el popular médico sueco demostró que tenemos una visión del mundo incompleta, sesgada y distorsionada. Y que es de acuerdo con esta visión que tomamos decisiones. También los poderosos. Lo recuerdo en el auditorio de Davos, el año 2015, haciendo un test sobre conocimiento del mundo a la élite que había congregada; acabaron acertando menos respuestas que los monos del zoo de Estocolmo. Si piensan que es fácil prueben de responder “¿cuántos hijos más tiene una mujer de Bangladesh que una de París?”. Les recomiendo el libro Factfultness, o una vuelta por su web Gapminder donde desmonta con datos muchos de los prejuicios que tenemos. Les cambiará la vida.

Todo esto explicaría por qué Trump ha decidido imponer aranceles a todo el mundo. Una visión distorsionada de la realidad fruto de la interacción de tres burbujas: la meta-mediática, la burbuja espaciotemporal y la de los lameculos (en terminología suya). Nos pasa a todos los que utilizamos las redes sociales y, en un grado u otro, a todo aquel que ostenta poder. La diferencia que con nuestras acciones no podemos llevar la economía del planeta, yendo bien, a la de la Inglaterra Victoriana. Yendo mal, al tiempo de los Neandertales.