Ya hace un tiempo que
tomo el café sin azúcar. Sólo hago la excepción en aquellos restaurantes donde te traen el azucarero con terrones de azúcar. Me resulta imposible resistir la tentación de sumergir una punta del terrón y ver como el café sube llenando los vacíos que hay entre los cristales de azúcar. Esto se conoce en física como
capilaridad que es
la propiedad que tienen los líquidos de fluir por un tubo capilar desafiando la fuerza de la gravedad por mecanismos de adhesión y cohesión molecular. Esto le pasa al café cuando sube por el azúcar, al agua cuando sube por una planta o cuando nos enjugamos con la toalla.
Pero no sólo los líquidos tienen esta capacidad.
La información digital también se mueve por capilaridad en la red: llena todos los vacíos posibles, se mueve por adhesión, fomenta la cohesión y parece inmune a las fuerzas. Siguiendo con la analogía, las moléculas de café serían la información digital y las personas actuaríamos como los cristales de azúcar que nos conectamos vía esta información.
La capilaridad explica la eficiencia en la distribución de información al margen del control de los gobiernos, sean las primaveras árabes, la propaganda de la ISIS o las actividades de los disidentes Chinos.
Los estados, y en general los sistemas de control –el más eficiente es el Gran Cortafuegos de China– son muy eficientes a la hora de controlar
información proveniente de medios profesionales y monolíticos pero muy poco a la hora de hacerlo con la información
generada por medios amateurs y heterogéneos cómo son los medios sociales. Hace unos años una llamada de un presidente de gobierno a un diario podía influir en la opinión pública forzando un cambio de portada,
ahora la portada la decidimos entre todos con nuestros tuits, retuits, likesde Facebook y comentarios; hoy haría falta más de una llamada para arreglar la portada.
Y del mismo modo que cada día hacemos la portada del diario,
cuando juega el Barça en estiércol la retransmisión en forma de comentarios a las redes sociales. Antes en casa aflojábamos la tele y escuchábamos el partido por la radio,
ahora lo miramos por la tele y lo escuchamos por Twitter. También lo hacemos cuando hay Eurovisión, la ceremonia inaugural de las Olimpiadas y las jornadas electorales.
A menudo la tele se ve mejor por Twitter.
Sábado con la victoria del Barça sobre el Madrid a medida que la tensión del Clásico se transformaba en satisfacción por la victoria,
Twitter se convertía en
la tasca global donde semezclaban los chistes más sublimes e inteligentes con los más básicos y malos.
Hilaridad por capilaridad.
Y el día siguiente domingo todavía con la resaca del Clásico volvimos a la realidad, una realidad que nos llegaba en forma de estado de emergencia en Bruselas y con
un mensaje de la policía a la población: no publicáis detalles sobre las operaciones antiterroristas a los medios sociales. Pero no habíamos quedado que
la capilaridad del mediohace imposible el control? Podía tener éxito aital iniciativa? Cómo era de esperar en el mismo momento del anuncio y bajo la etiqueta
#BrusselsLockdown empezaban a aparecer las primeras fotos de los sospechosos:
gatos.
Como
respuesta a un bloqueo informativo los belgas llenaban la red de gatos enterrando así cualquier información sensible que alguien pudiera publicar y con el mundo mirando Bruselas,
el fenómeno pasó a ser global al instante: millones de gatos de todo el mundo relevaron la policía belga de su imposible papel de censor y todo gracias a la capilaridad y a la hilaridad y solidaridad de sus amos.
#miaou