Hace unas semanas me reuní con un conocido de hace años. Empresario del sector agroalimentario. Segunda generación. De tradición de la izquierda, preocupado por el territorio, la sostenibilidad, etc. En cualquier caso, empresario de raíz. Y me dijo algo que nunca me habría esperado que me lo dijera él: “Hemos construido un país de aprovechados”. De repente me cantó la lista de problemas que se pueden calificar de genéricos. Tanto en el sentido de que, pienso, afectan a muchos empresarios serios, como porque tienen su origen en una manera de ser social y laboral de la cual nuestro país se ha impregnado en los últimos años. Nada nuevo: absentismo, bajas laborales injustificadas, burocracia administrativa, ética laboral nula, etc. Creo que la expresión “país de cupaires” es muy acertada. Tiene una plasticidad indudable que no requiere más explicaciones.
Esta falta de espíritu se detecta en todos los ámbitos en que uno se pueda mover. Una especie de laxitud de toca timbales mezclada con envidia. Por las características de la transición española y del progresismo que ha predominado en Catalunya desde la muerte de Franco -¡50 años!- el empresario es percibido en nuestra casa como un delincuente. Y, claro, un país que ignora de dónde salen los dineros que mantienen todo el estado del bienestar es un país a la deriva.
"Creo que la expresión 'país de cupaires' es muy acertada. Tiene una plasticidad indudable que no requiere más explicaciones"
Por suerte hay gente que se resiste a que este estado de cosas continúe campando con la aquiescencia de los políticos -que son los primeros que ignoran quién es el que les pone el plato en la mesa. Hay colectivos que han decidido organizarse para denunciar este estado del espíritu nacional y promover un cierto movimiento, entre esta gente está la asociación Catalunya Sense Límits. Pienso que no piden cosas imposibles, o que no se hayan implantado en otros lugares. Tampoco piden al país que se enfrente con Madrid para pedir nuevas competencias. Si lo interpreto bien, se trata de volver a ser un país normal, como tantos hay. Porque ya no solo hemos pasado a ser un país mal gobernado, ni esto. Somos un simple territorio mal administrado. Viendo la proclama de Catalunya Sense Límits tengo la sensación de que sus demandas se podrían resumir en una especie de “queremos ser como cualquier territorio de la Europa civilizada”. Con esto quiero decir que tras sus reclamaciones no se esconde ningún objetivo político que pueda crear ningún tipo de disconformidad por cualquiera de las ideologías que cada uno pueda tener. Simplemente, se trata de un conjunto de gente que ama el territorio donde habita y quiere que se implementen una serie de principios que, en cualquier otro lugar, son habituales. Por eso han intentado ser claros y sobrios, solo tres principios.
- Lograr que la sociedad catalana defienda e impulse el dinamismo empresarial, el rol activo de la sociedad civil, la colaboración público-privada y la calidad institucional.
- Generar reflexiones, debate, iniciativas y políticas -públicas y privadas- que favorezcan esta visión.
- Lograr que las administraciones públicas catalanas compartan estos valores y actúen en consecuencia.
"Un país que ignora de dónde salen los dineros que mantienen todo el estado del bienestar es un país a la deriva"
El movimiento demuestra que aún hay un núcleo de sociedad civil que dice que más abajo ya no podemos llegar, y que quiere luchar contra el inmovilismo que se ha apoderado de las élites oficiales: políticos, sindicatos, organizaciones empresariales del régimen, medios de comunicación, etc.
No hace falta que insista que tienen todo mi apoyo y mis simpatías. Aunque, como país, nos debería dar vergüenza haber tenido que llegar a estos extremos. No creo que ninguna sociedad normalmente articulada haya tenido que generar una asociación de este tipo. En los países desarrollados, estas actividades las llevan a cabo asociaciones marginales que persiguen un interés específico y concreto. No se ocupan nunca de la buena gobernanza básica.
Los animo a formar parte de la gente que mueve y hace cosas, sobre todo si se trata de romper la tendencia decadente en la que ha entrado el país en los últimos veinte años. Catalunya Sense Límits, apúntenlo.