La necesidad catalana de los peajes

18 de Julio de 2023
Xavier Roig VIA Empresa

En una de las operaciones más chapuceras de populismo de los últimos años, el Gobierno, con el beneplácito de la Generalitat, eliminó los peajes de las autopistas catalanas por el simple hecho que la concesión había acabado. No analizó precisamente la conveniencia de mantenerlas, no. Simplemente por voluntad de hacerse el simpático, electoralmente hablando. Y con una agravante: sabiendo que en 2024 se tienen que reimplementar los peajes por simple imposición de Bruselas.

El estilo de los gobiernos peninsulares son de estética latinoamericana -nosotros los enseñamos. Se trata de gobernar sin crear malestar por las decisiones políticas. Mientras, de escondidas, se van colando las medidas impopulares. Esta ha sido la estrategia Sánchez con sus colegas de gobierno: las leyes populistas (ligadas, mayoritariamente, ignoro la razón, a la actividad sexual) han distraído la gente de leyes tan importantes cómo las jubilaciones, subvenciones NextGeneration, reglamentaciones diversas, etc.). En Catalunya es peor: las leyes solo se limitan a las populistas que, encima, son de dudosa, por no decir imposible, implementación.

Teniendo en cuenta el bombardeo político-mediático, me veo en la obligación de mantener que las vías rápidas tienen que ser de pago y, además, el transporte pesado debe estar obligado a utilizarlas. Querría justificarlo. Para hacerlo cogeré el modelo alemán. Ustedes mismos transpóngalo a Catalunya.

Se trata de gobernar sin crear malestar por las decisiones políticas

Cuando los países del Este se quitaron de encima las dictaduras comunistas, empezó una cierta evolución en su comercio que ha culminado, mayoritariamente, en su integración a la Unión Europea (UE). Fue entonces, a mediados de los noventa, que Alemania -que se había reunificado y necesitaba hacer grandes inversiones en infraestructuras- decidió que las autopistas tenían que ser de pago bajo determinadas consideraciones. Y el Ministerio Federal de Transportes contrató el grupo tecnológico en el cual, entonces, yo trabajaba. El miedo alemán venía provocada porque, debido a la previsible integración de países vecinos a la UE, su territorio se convertiría en un lugar de paso, y el principio por el cual se había regido su política de peajes tenía que cambiar. Hasta entonces Alemania había sido, desde el punto de vista comercial terrestre, un callejón sin salida. La gratuidad venía justificada porque los camiones que viajaban por las autopistas alemanas eran para servir, en origen o destino, solo compañías ubicadas en territorio alemán.

Ahora la intención de las autoridades alemanas era la de hacer pagar peaje a todos los vehículos no alemanes. Pero esta posibilidad se descartó, puesto que las leyes de la UE (mercado único) prohíben discriminar entre nacionales y extranjeros en cuanto a estos y otros temas. Por lo tanto, el Ministerio Federal alemán de transportes decidió que solo los camiones pagarían; fueran alemanes o extranjeros. Y encargaron diseñar un sistema de pago bastante sofisticado que funcionaba a través del GPS y la inclusión en un registro en el cual se tienen que inscribir todos los camiones de doce toneladas, o más, que quieran utilizar carreteras alemanas.

Catalunya está carente de infraestructuras y no nos podemos permitir el lujo, que sean gratis aquellas que ofrecen claras ventajas a propios y ajenos

El sistema provocó un cierto ajetreo al principio, pero ahora ya está asumido y, si no me equivoco, ha sido emulado por austríacos, belgas, holandeses y algún otro país. Incluso por algunos antiguos países comunistas incorporados a la UE que tienen ahora, más al este todavía, otros países que comercializan con nosotros. El sistema funciona. El transporte que atraviesa Alemania sin tener este país como destino final representa el 35% del tráfico. En los últimos años, la recaudación ha sido, estén atentos, de cinco mil millones por año.

Catalunya está carecida de infraestructuras y no nos podemos permitir el lujo, que sean gratis, aquellas que ofrecen claras ventajas a propios y ajenos. Pedir la gratuidad de las autopistas es una tontería que tiene sus orígenes en el déficit de balanzas fiscales de Catalunya con España -un problema que nos ha llevado a emularnos con Andalucía o Extremadura: "¡Queremos autopistas gratuitas, también!"-. Hace falta no confundir los orígenes del problema. Aceptar estas demandas populistas es cómo encontrar normal que los supermercados sean gratis porque hay determinados individuos a los cuales la empresa, de manera injustificada, no les paga la nómina.

De entrada, y para ir haciendo boca, nuestro Govern tendría que implantar un sistema como el alemán en todas las vías rápidas del país -sobre todo en el Eix Transversal-. Claro que, para hacer esto, hace falta un cierto coraje. Si Alemania no se puede permitir autopistas gratis, nosotros menos. No sé si hacen falta muchas más justificaciones.