China no está conforme con el rol que los policymakers occidentales le han asignado. China quiere liderar el mundo, y lo hará con ciencia, tecnología e industria avanzada. El 2006, el Consejo de Estado de la República Popular China aprobó el Plan Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de medio y largo plazo (2006-2015). El objetivo: propulsar la economía china de acuerdo con la ciencia y la tecnología , inyectar esta tecnología a la industria, y convertir su sector manufacturer en líder mundial exportador de productos de alto valor añadido. La hipótesis de partida: la innovación es el eje estratégico fundamental para construir una economía competitiva en el mundo global, base de una sociedad avanzada y benestant.
Casi a las postrimerías de este plan estratégico, en China se está produciendo un inquietante punto de inflexión: se percibe el paso lento, pero inexorable, de una economía low-coste a una auténtica economía de la innovación. Los datos son incuestionables: el 2007, China fue identificada por la consultora KPMG como el mejor lugar del mundo por las inversiones en R D. El 2012 ya superó en el Japón como potencia inversora, en valor absoluto, en R D, llegando al segundo lugar mundial.
Si las tendencias no varían, está previsto que China supere en los Estados Unidos en inversión agregada en R D hacia el 2019, llegando ya al liderazgo internacional. En número de patentes, China desbancó en los Estados Unidos el 2011, con 525.000 nuevos registros (por encima de los 500.000 americanos). Y, en intensidad tecnológica, China ha superado recientemente a la UE, con una inversión en R D del 1,98% sobre PIB (la media de la UE es del 1'96%). Por quien aquí piensen aunque China es simplemente la gran fábrica de producción de manufactura barata del mundo, hay que recordar que España tiene un índice de intensidad tecnológica del 1,24%, y Cataluña del 1,55% (un 25% inferior al chino).
El modelo de desarrollo chino sigue, casipor paso, el que siguió Japón hace 50 años, y Corea del Sur hace 25 años. De las fábricas de manufactura de productos sencillos, se pasó a la manufactura de productos complejos, desarrollados alrededor de inversiones extranjeras que permitieron crear potentes sectores auxiliares. Las habilidades generadas sirvieron, en primera instancia, para fabricar productos de imitación con capital chino. Se adquirió tecnología externa para pasar después a desarrollar tecnología propia.
Los gobiernos, tanto en el Japón, como Corea, como por ejemplo en China, ofrecieron agresivas facilidades por la atracción de inversión extranjera, especialmente de actividades tecnológicas, y por compra de tecnología en primer lugar. Después, para desarrollar tecnología propia (agresivas ayudas a la R D industrial), y finalmente, créditos blandos vinculados a la exportación de productos propios de alto valor añadido.
El proceso de desarrollo se completa con la creación de infraestructuras orientadas a la generación de capacidades científicas vinculadas a las tecnologías que facilitan la competitividad industrial. El modelo asiático parte de la industria para llegar a la ciencia. Por eso no han tenido nunca problemas de "transferencia tecnológica". La demasiada crítica científica está alineada con la demasiada crítica industrial, porque han crecido juntas.
China no quiere ser la fábrica del mundo. Quiere liderarlo con ciencia, tecnología e industria sofisticada. Exactamente igual que han hecho antes sus vecinos asiáticos, siguiendo un modelo de desarrollo que ya han experimentado antes Japón, Corea del Sur, Singapur o Taiwán. Precisamente por eso, por haber centrado sus políticas económicas en ciencia y tecnología , han conseguido desplazar el centro de gravedad económico de mundo a esta zona.
Nos pensábamos que la investigación se haría aquí, y la manufactura al extremo Oriente... Pero el mundo no nos espera. Si no despertamos en la cursa tecnológica mundial, pronto, los zapatos las fabricaremos aquí por un plato de arroz, metro la R D se hará allá.