Politóloga y filósofa

Ciegamente

02 de Septiembre de 2024
Ariadna Romans

La autoestima es la gran lucha de las mujeres del siglo XXI. Una mujer fuerte, inteligente, simpática, hermosa y fantástica puede ser destruida por ella misma porque no lo ve, no quiere creerlo o le han repetido tantas veces que lo que desea no es para ella, porque no es lo suficientemente buena o no lo merece.

 

A las mujeres que crecieron a principios de siglo se nos dijo que debíamos ser perfectas mientras también se nos dijo que nos debía importar un comino. Y, claro, esta fórmula no siempre es fácil de digerir. "Haz como si no te afectara, pero recuerda maquillarte como una princesa, ir al gimnasio cinco veces a la semana, leer los libros de actualidad, tener una opinión propia, luchar por tu presencia y para que los demás te vean como una igual. Viste con un estilo propio y diferente al de los demás. Habla cinco idiomas, sé divertida y original. En definitiva, sé una versión relajada y distendida de la superwoman mientras sigues haciendo cosas a las once de la noche esperando que termine la última lavadora. A nadie le gustan las mujeres que se toman demasiado en serio a sí mismas. ¡Disfruta un poco de la vida!”.

 

A las mujeres de mi edad se nos ha bombardeado con miles de mensajes contradictorios que, para quienes nos los hemos tomado en serio, han hecho que terminemos con una fuerte angustia en el pecho que no nos deja respirar cuando estamos pasando por un mal momento. Pero tampoco nadie entiende de qué nos quejamos, nosotras, que lo hemos tenido todo y siempre hemos podido elegir. Nosotras que no nos hemos visto (o al menos la mayoría) sometidas a la opinión de un patriarca que nos dictaba de manera tajante lo que debíamos o no debíamos hacer. Nosotras, que hemos podido estudiar en el extranjero, que hemos podido educarnos de la manera que consideramos más acertada, que hemos podido disfrutar de una vida propia antes de caer en las manos de un hombre hasta que el divorcio nos separe. Nosotras, que hemos podido salir del armario con más o menos destreza y que hemos tenido un grupo de amigas con quienes hablar, escucharnos y compartir frustraciones vitales.

"A las mujeres de mi edad se nos ha bombardeado con miles de mensajes contradictorios que han hecho que terminemos con una fuerte angustia en el pecho que no nos deja respirar cuando pasamos por un mal momento"

Y, a pesar de todo, aún nos atormentamos cuando no hemos tenido un buen día, nos sentimos inútiles o estafadoras cuando no hemos hecho bien una tarea, y sentimos una fuerte culpa en el pecho cuando comemos más de tres galletas antes de ir a dormir, después de haber cenado.

A veces, cuando paramos un momento y miramos por la ventana, vemos que el agua del canal sigue fluyendo a pesar de todas las tareas que hemos terminado a lo largo del día. Que nadie nos vendrá a dar un premio cuando hagamos algo bien y que, a veces, ni siquiera las personas que más nos aman sabrán cómo nos sentimos antes de apagar la luz de la mesilla de noche.

Y por eso, a pesar de las mil contradicciones con las que nos enfrentamos, debemos ser capaces de amarnos. Pero no como nos dicen los anuncios, sino de manera genuina. Amar toda la simbiosis que somos y representamos, con nuestras virtudes, nuestros defectos y nuestras mediocridades. Entender que no somos ni nunca seremos perfectas, pero que podemos ir puliéndonos, poco a poco y sin prisa, para ser una versión mejor de lo que somos. Porque el amor es revolucionario, pero el amor hacia una misma es imprescindible para ser feliz.

"No somos ni nunca seremos perfectas, pero podemos ir puliéndonos, poco a poco y sin prisa, para ser una versión mejor de lo que somos"

Algunas de nosotras, y aquí sí hablo en primera persona, hemos buscado la certeza afuera durante muchos años. En desconocidos, en amistades y conocidos, en parejas o en familiares... pero todo resulta insignificante si una misma no se lo cree y tampoco lo valora. No lo hemos tenido fácil para amarnos, en una cultura que nos ha dicho que siempre lo estamos haciendo todo mal mientras nos obligaba a ser perfectas bajo el pretexto de la decisión libre y desinteresada. Ni tampoco tenemos un camino por delante que parezca muy prometedor.

Sin embargo, debemos aplicarnos la crítica en la medida justa, pero el amor en exceso, porque frente al mundo furioso, cruel y devastador en el que nos toca vivir cada día, debe haber alguien que nos ame ciegamente. Y esa persona es y debemos ser, nosotras mismas. El resto ya se verá.