Transformar el reto demográfico en oportunidad: hacia un modelo económico que cree y aproveche talento.
Una queja generalizada desde hace años por parte de los empresarios es la falta de personal cualificado para las empresas. Es una queja que va desde la industria alimentaria hasta los despachos profesionales, pasando por la logística y el comercio.
A menudo culpamos a la educación y a la juventud actual, pero, ¿y si la combinación entre un modelo económico de bajo coste y una menor natalidad global fueran causas relevantes?
Hace unos días, La Vanguardia publicaba un artículo en el que, entre otras cosas, decía que más de la mitad de la población de entre 30 y 44 años era extranjera. Los anti-inmigracionistas rápidamente toman este dato y lo ponen como ejemplo de la decadencia de Occidente, sin entender que el mercado laboral, como cualquier otro, se basa en la oferta y la demanda.
Que la población decrezca de una forma tan acusada a partir de los menores de 45 años, unido al hecho de que la mitad de estos menores son extranjeros y muchos de ellos han venido atraídos por un modelo económico de bajo nivel, debería hacernos pensar si tal vez nuestro problema es de natalidad y de modelo económico, y no una falta de compromiso por parte de la juventud, como muchos repiten.
Un modelo económico que castiga los sectores más calificados como por ejemplo la industria, entre otros, y fomenta sectores low-cost, como el turismo masivo, la construcción de grandes obras y la celebración de grandes acontecimientos, atrae trabajadores que solo pueden hacer trabajos de baja calificación por un salario precario, y sin oportunidades de crecimiento profesional.
Y este no es un buen contexto para el talento.
La solución obliga a las empresas a "hacer de la necesidad virtud", con una administración pública que, además de tener fobia a la creación de riqueza, está demasiado endeudada para hacer algo útil.
"Quizá no se trata de atraer el talento, sino de crearlo y aprovecharlo al máximo"
Crecí profesionalmente en el despacho familiar, donde mis padres siempre apostaron por contratar jóvenes recién salidos de las escuelas de formación profesional para formarlos internamente, así como a personas mayores que aún podían aportar mucho valor a nuestros clientes y a los jóvenes. Incorporé nuevas tecnologías que ningún otro despacho veía factibles con un equipo en el que teníamos personas de sesenta años junto a otras de poco más de veinte. Al final, sin grandes recursos financieros, esa era nuestra manera de crecer, y cuando veo a algunos de estos jóvenes triunfar allá donde han ido, pienso que quizá no se trata de atraer el talento, sino de crearlo y aprovecharlo al máximo.
Por eso, defiendo que este nuevo milagro económico, similar al que permitió la revolución industrial en nuestro país, deberá llevarse a cabo bajo la premisa de aprovechar el talento existente y "crearlo" de nuevo, más que atraerlo.
Y esto requiere tres cosas:
- Usar más intensamente la tecnología para automatizar procesos productivos. Tal como una revolución industrial se hizo sin carbón, ahora habrá que hacerla sin suficientes personas.
- "Envejecer" la plantilla, contratando y aprovechando perfiles más sénior, antes descartados por edadismo. La edad deja de ser relevante en un entorno como el actual.
- Mejorar la capacitación de perfiles de baja cualificación, así como la formación continua en las empresas, cubriendo aquello que la administración no hace.
"La edad deja de ser relevante en un entorno como el actual"
Son tres factores que intentan atacar el reto mayúsculo que enfrentamos las empresas, tanto en el ámbito del talento como, incluso, en el de la productividad, de la que tanto adolecen especialmente las pymes.
Y, además, sabemos que lo haremos no solo sin el apoyo de la administración pública, sino que (a menudo) con su oposición, basada en una visión miope y orientada a la gestión de la pobreza y las grandes obras y eventos, y no a la creación de talento y prosperidad en el país.