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Dardo contra el turismo de masas

25 de Septiembre de 2024
Rat Gasol

Dicho y hecho. Aunque era una noticia ya anunciada a finales de 2023, será a partir del próximo 1 de octubre de 2024 cuando el consistorio de Barcelona eleve la actual tasa turística de 3,25 euros al máximo legal permitido por la normativa de la Generalitat de Catalunya. Esto son 4 euros por persona y noche en todos los establecimientos turísticos, sin excepción: hoteles de cuatro y cinco estrellas, hostales, apartamentos turísticos, y también cruceristas de corta estancia (inferiores a las 12 horas).

 

Cabe decir que en ningún caso esta es una tasa aislada. Conviene recordar que actualmente las personas que visitan Barcelona también deben hacer frente al impuesto sobre las estancias en establecimientos turísticos (IEET) del gobierno catalán, que oscila entre un euro por persona y noche para las estancias en hoteles de menos de cuatro estrellas, y hasta 3,50 euros por persona y noche para los establecimientos de 5 estrellas. En suma, los visitantes que hagan turismo y se alojen en la ciudad condal abonarán, a partir de este próximo mes de octubre, una cantidad entre 5 y 7,50 euros por noche.

"Los visitantes que hagan turismo y se alojen en la ciudad condal abonarán, a partir de este próximo mes de octubre, una cantidad entre 5 y 7,50 euros por noche"

Con esta medida, el gobierno de Jaume Collboni estima que la fiscalidad derivada del turismo se convertirá en el tercer mayor ingreso del Ayuntamiento de Barcelona, con unos ingresos que rondarán los 100 millones de euros.

 

Según fuentes del mismo consistorio, la recaudación servirá para aumentar el retorno social del turismo y financiar servicios ordinarios de la ciudad, como la limpieza, la seguridad, la iluminación pública o el transporte. Además, contribuirá a financiar el Plan de Espacios de Gran Afluencia (EGA) para gestionar aquellas zonas de la ciudad con mayor ocupación o saturación de personas, y permitirá también mejorar la convivencia entre vecinos y visitantes al incrementar el número de agentes cívicos, dignificar los espacios públicos, gestionar los flujos de turistas y dinamizar el comercio local, entre otros.

Pero como no podía ser de otra manera, porque raramente encontramos unanimidad en la sociedad sobre lo que sucede o se decide, la implantación de esta tasa turística enciende hoy un candente debate entre detractores y defensores. Aunque gravar la estancia de los visitantes en los establecimientos y equipamientos turísticos se aplica en toda Europa, en países, regiones y ciudades muy diversas y con modelos turísticos completamente divergentes, la medida no escapa de la polémica.

"El gobierno de Jaume Collboni estima que la fiscalidad derivada del turismo se convertirá en el tercer mayor ingreso del Ayuntamiento de Barcelona, con unos ingresos que rondarán los 100 millones de euros"

La gestión del turismo es y ha sido uno de los principales ejes de debate en los últimos mandatos en la ciudad de Barcelona. Según el último informe de actividad turística del mismo Ayuntamiento, en 2024, hasta julio, han pernoctado en la capital catalana más de 7,2 millones de turistas alojados en hoteles, apartamentos turísticos o albergues. En pocas palabras, el claro retrato de lo que hoy conocemos como "masificación turística".

En absoluto pretendo ahora abrir la falsa dicotomía entre turismo sí o turismo no, ya que ni todo es blanco ni todo es negro. Sin embargo, considero totalmente necesario abordar, con firmeza y sin complejos, qué tipo de turismo queremos en nuestro país y, muy importante, cómo debemos gestionarlo, tanto para que el visitante viva la experiencia de forma positiva y quiera repetir en el futuro, como para que la población local no se sienta expulsada ni menospreciada en su propia ciudad.

La caída de los costes de intermediación, gracias a la introducción masiva de internet, la aparición de compañías low-cost y, por supuesto, los alquileres turísticos, como una alternativa real y a menudo más asequible que la oferta hotelera, han motivado la popularización del turismo a escala mundial desde principios de siglo.

El abaratamiento de los viajes ha incrementado notablemente el número de turistas, y ciertas localidades de interés (destacan, en este mismo orden, capitales europeas como Londres, París, Ámsterdam y Barcelona), así como destinos de sol y playa (como las Islas Baleares, Canarias, la costa catalana y la Costa del Sol en Andalucía), se han visto claramente superadas por la masificación turística.

Y es ante esta disyuntiva que ha surgido como medida estrella la aplicación de una tasa turística, con la cual las administraciones obtienen ingresos extraordinarios que permiten mejorar los servicios públicos y las infraestructuras, beneficiando directa e indirectamente tanto a turistas como a residentes.

Por supuesto, la tasa turística no es la única medida para mejorar la gestión y la calidad del turismo, pero sin duda puede convertirse en una herramienta efectiva y contundente para compensar las externalidades negativas y frenar la masificación, que al final es lo que destruye valor. Y es que las políticas que afectan la demanda influyen finalmente en el tipo de turistas que vienen a nuestra casa.

"Las políticas que afectan la demanda influyen finalmente en el tipo de turistas que vienen a nuestra casa"

La determinación de aumentar esta tasa es uno de los elementos centrales de la ofensiva del actual Ayuntamiento de Barcelona contra el turismo de masas, junto con la limitación y reducción del número de cruceristas o la no renovación de las licencias de los 10.101 pisos turísticos que hay actualmente en la ciudad, para que en noviembre de 2028 pasen a ser residenciales.

El turismo ha sido, y sigue siendo hoy, un motor económico clave para la ciudad, una industria poderosa que genera un alto volumen de empleo y riqueza. Sin embargo, este ascenso exponencial también plantea una serie de desafíos que requieren una gestión cuidadosa y sostenible.

La saturación de los espacios públicos, el aumento del coste de la vida, la degradación irreversible del territorio y del patrimonio natural y cultural, el impacto ambiental y la pérdida de identidad. Los efectos de la masificación turística son muchos e indeseables.

Para revertir esta situación, es necesaria una intervención pública firme y decidida que ponga freno, limitando efectivamente el volumen de turistas que nos visitan a una cifra en la que los daños por externalidades negativas sean asumibles.

No necesitamos más visitantes. Mejor turismo equivale a menos turismo. De lo contrario, los residentes seguirán siendo los grandes damnificados del éxito de la ciudad.