Ingeniero y exministro

De la movilidad a la conectividad

24 de Julio de 2018
Joan Majó

Mucha gente tiene la impresión que vivimos en una época que nos resulta difícil acabar de entender, y esto a veces genera desorientación y, incluso, angustia. No es de extrañar, puesto que durante el siglo pasado ha habido cambios muy importantes y muy rápidos que han afectado los dos conceptos que he situado en el título del artículo. Sabemos que el incremento de la movilidad para todo tipo de elementos (personas, productos, dinero, informaciones...) ha dado lugar en un mundo global. Pero yo creo que todavía ha sido más impactando la explosión de la conectividad, debida de primero a la telegrafía, la telefonía, la radio y la TV, y acelerada recientemente con la digitalización y la red global de Internet que empezó conectando personas pero ahora también "cosas": ordenadores, teléfonos, máquinas, vehículos, sensores, robots o electrodomésticos...

 

Esto ha supuesto una ruptura del panorama vital con consecuencias que encara no hemos asimilado bastante. Me limito a hacer dos reflexiones muy simples sobre este segundo fenómeno. Hasta hace poco, la conectividad se producía entre personas, a pesar de que estas necesitaban un "aparato" (teléfono, fax, ordenador...) para poder estar conectadas. La dirección de conexión pertenecía a la persona, no al aparato, que sólo era un intermediario material imprescindible. Pero está claro que bien prontohabrá a Internet muchas más direcciones de "cosas" que de personas, y todas ellas podrán tener acceso a todas.

Y está todavía más claro que la inmensa mayoría de los mensajes que circularán no serán entre personas, ni entre personas y "cosas", sino entre "cosas". Esto tiene dos consecuencias que quiero destacar: una en el ámbito de la autonomía y la otra en el de la seguridad. Hay mucha diferencia entre un aparato detrás del que hay una persona que emite o recibe una información tomando decisiones, y una "cosa" que puede recibir, emitir y actuar autónomamente sin la intervención de nadie. Pensáis en un "portero automático" que reconoce la cara o la huella digital de una persona y abre una puerta, sin ningún vigilante que lo controle. En este caso la máquina no está conectada en internet, sino sólo en una red privada y local. Este tipo de automatismos son muy abundantes y de gran utilidad.

 

"La inmensa mayoría de los mensajes que circularán no serán entre personas, ni entre personas y "cosas", sino entre "cosas"

 

Similarmente, utilizando la red global, se podrán, se pueden ya automatizar una gran cantidad de operaciones sin límites de distancia, tanto en el mundo empresarial y ciudadano, como en el privado. Así se harán operaciones que ahora piden la intervención humana. Esto es una muy buena noticia en muchos aspectos, pero obligará a una regulación urgente que ponga límites al grado de autonomía en las decisiones que pueden tomar los aparatos, para evitar la desaparición de responsabilidades en caso de errores que provoquen accidentes o perjuicios.

En segundo lugar tenemos que entender que junto con la globalización se produce un segundo fenómeno: la integración y fusión de las actuales redes de datos con las cuales conectan mecanismos de control y automatismos. A escala doméstica significa que no sólo tendremos conectado en internet el ordenador y el teléfono, sino también la nevera, el congelador o la caldera de calefacción... Y en el ámbito empresarial, los diferentes sistemas de control de fabricación estarán también mezclados con los del que ahoradecimos la red informática de datos... Esto será muy útil en muchos aspectos, pero aumentará las posibles consecuencias de una intrusión externa que no sólo podrá afectar los sistemas informáticos y sus contenidos, sino también todos los mecanismos de control de operaciones industriales o de servicios.

"Tengo la impresión que esta necesaria regulación va mucho más lenta que la fusión de las redes" 

 

Desde la red global se podrá acceder en las redes internas, y no sólo a las de datos sino también a las operacionales. Hará falta, por lo tanto, aumentar los niveles de protección para evitar, no sólo los cibercrims relacionados con la pérdida o el robo de datos, si no para defenderse de posibles ataques de cualquier origen que quieran interferir el normal funcionamiento de una vivienda, de una empresa, o de una ciudad, parando las neveras, dando órdenes a los robots, modificando las señales de tráfico, o inutilizando una central de electricidad... Tengo la impresión que esta necesaria regulación va mucho más lenta que la fusión de las redes.