¿No os pasa que ahora en las redes sociales (especialmente en Linkedin) todo el mundo habla igual? Todos se expresan correctamente, con adjetivos muy neutros y construcciones de lo más corporativas y académicas. ¿No os parece que, de repente, muchos articulistas de periódicos parecen haber hecho un curso exprés de escritura, en el que han aprendido a no cometer faltas -¡fantástico!-, pero han perdido su esencia? ¡Todos llevan el mismo filtro! El de la IA generativa.
Me recuerda a cuando se pusieron de moda los filtros faciales en las fotografías de Instagram y la gente empezó a perder sus expresiones faciales naturales (por suerte, solo en las fotos). Todo el mundo tenía, de repente, las mismas facciones: pómulos marcados, una piel perfecta, cejas pronunciadas y buena base de maquillaje. Bueno, algunos decidieron extraer estas facciones de la pantalla y hacerlas realidad a golpe de cirugía estética. Pero eso es otro tema.
Dejadlo estar. De verdad. Dejad de escribir con ChatGPT. Cuando lo hacéis, perdéis vuestra esencia y vuestra autenticidad. Seréis muy correctos, sí, pero no seréis vosotros. “Ya, pero es que ChatGPT me corrige las faltas”. Pues utiliza un corrector. Pídele a ChatGPT que te indique dónde hay faltas, pero no dejes de escribirlo y corregirlo tú. Que si ya no sabemos leer y no sabemos hacer cálculos matemáticos… ahora solo nos falta perder también la escritura.
Recuerdo un consejo que nos dio a los alumnos de periodismo mi profesor favorito -y seguro que el de muchos más-, Nicolás Valle. A menudo nos decía que, una vez llegáramos a los medios de comunicación -si es que llegábamos-, muchos intentarían quitarnos nuestra propia voz, nuestra melodía, nuestra manera de explicar las cosas, para homogeneizarnos con el medio. No es nada nuevo: cerrad los ojos y escuchad los informativos de 3Cat, los de Antena 3 o los de La Sexta. Cada cadena tiene su melodía. Cuanto más jóvenes entran los periodistas a la cadena, con más fuerza agarran la melodía.
Nico nos decía que no cayéramos en estas estructuras. Que habláramos desde el corazón, con honestidad. Aportando nuestro criterio, confiando en nuestra mirada, y con nuestra propia voz. Que cuando alguien lea un artículo nuestro, sin ver el autor, pueda saber que lo habíamos escrito nosotros. Un día podríamos jugar a esto en VIA Empresa -si los informáticos y diseñadores no me matan- y ocultar todos los autores. Estoy segura de que sabríais quién lo ha escrito en el 90% de los casos. Buena señal, ¿no?
Os tengo que decir, sin embargo, que tengo miedo de que de aquí a un tiempo no sea así. Haremos lo posible y lo imposible por frenarlo, pero... el tsunami de la IA da miedo cuando lo ves sobre tu modelo de negocio. Ya nos han propuesto artículos para publicar en el diario que estaban escritos claramente con inteligencia artificial. También nos han llamado a la puerta múltiples plataformas de IA generativa para escribirnos las noticias. Una cosa es transcribir, proponer alternativas, proponer resúmenes... otra es que nos escriban las noticias. Y lo hacen, ¿eh? Y muy bien. Pero... ¿queremos este periodismo?
¿Queremos esta comunicación, entre nosotros? En los correos electrónicos, en las redes sociales, en los anuncios... ¿Queremos esta corrección tan fría, impersonal y perfecta? Me preocupa el futuro que estamos dibujando para nuestras relaciones en el entorno digital y que, inevitablemente, salpicará nuestra manera de relacionarnos también en el entorno físico -obviamente, somos una misma persona-.
Me preocupa que este futuro de las relaciones humanas sea cada vez más impersonal, más frío. Cada vez menos humano. Con más pantallas y menos presencial. Me preocupa que esta tecnología que se ha arraigado de manera intrusiva en cada partícula de nuestras vidas, sumada a la pereza humana, nos acabe haciendo incapaces de gestionar cosas tan sencillas como pensar para poder estructurar un texto. Pero claro, para eso necesitamos tiempo, y ese nos lo han robado las pantallas. Como muchas otras cosas.