Empresa, cultura y sociedad digital

Dejen paso

21 de Julio de 2021
Genís Roca

Una vez me recomendaron que para liderar la búsqueda de un nuevo modelo, de una propuesta innovadora, nunca pusiera al frente a alguien que hubiera triunfado con el modelo viejo que ahora tocaba substituir y superar, pues lo más probable es que esta persona aún esté convencida y enamorada de esas fórmulas que le funcionaron hace mucho tiempo, pero que hoy ya forman parte de un tiempo pasado. Einstein vino a decir lo mismo con una de sus famosas frases: “si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”.

 

Parece suficientemente evidente que estamos viviendo el final de una época y que tenemos la necesidad y la obligación de replantearnos un montón de cosas. No podemos pretender continuar creciendo como lo hacíamos hasta ahora porque el planeta ya no lo soporta. Se acaba la época de los combustibles fósiles y esto comporta reconsiderar nuestro modelo energético, nuestro modelo turístico, nuestro concepto de movilidad y nuestra manera de consumir. El hilo que publico en twitter el vicerector de la Universitat de Girona, José Antonio Donaire, entra a examen. Y por si todo esto fuera poco, no cabe la menor duda que la llamada “digitalización” también nos lleva a nuevos escenarios: incontenibles flujos de datos en tiempo real que permiten diseñar servicios masivos radicalmente personalizados que nos pueden hacer mucha ilusión pero también mucho miedo. En todos los casos, tanto si hablamos de energía, datos, clima o derechos civiles, tenemos la sensación, la convicción, de que las normas han quedado obsoletas y los antiguos legisladores no nos sirven. Hacen reglamentos pensados para un mundo que ya no existe y son incapaces de imaginar cómo será el lugar donde viviremos. No conocen la carretera y conducen a toda velocidad moviendo el volante según lo que ven por el retrovisor.

Necesitamos que el debate público reciba, acepte y promueva voces mucho más jóvenes, incómodas y ajenas a la lógica de los partidos

Un repaso rápido nos muestra cómo la agenda aún está dominada por las soluciones viejas. Que si unos Juegos Olímpicos, que si ampliar el aeropuerto, que si la Nissan, que si fiarlo todo a que vengan turistas o mirar de abrir una franquicia de un museo extranjero. Y cuando preguntas por el modelo te hablan de la emprendeduría de Silicon Valley, la innovación de Israel, la industria del País Vasco o el modelo educativo de algún país nórdico. La mayoría de esas ideas vienen de glorias que llegaron a ocupar cargos de responsabilidad antes de los cuarenta y cinco años, pero que ahora se niegan a reconocer cualquier capacidad o autoridad a nadie de menos de cincuenta y cinco años. Que predican la multidisciplinariedad pero difícilmente aceptan en sus conversaciones a nadie que no sea economista o ingeniero. Sí, en masculino. Se escuchan cuando hablan pero cansa oírles, como González o Aznar, que dicen que ya no están pero de vez en cuando necesitan decirnos lo que se ha de hacer y cómo.

 

Ya no necesitamos sólo un marco mental diferente, ahora ya lo necesitamos radicalmente diferente. Tan diferente que difícilmente lo podrán pensar aquellos que han hecho el que ahora tenemos. Necesitamos que el debate público reciba, acepte y promueva voces mucho más jóvenes, de disciplinas difíciles de clasificar, ajenas a la lógica de los partidos, incómodas, que traten a las viejas glorias de manera desinhibida y que pongan encima de la mesa un nuevo sistema de valores. Que cada uno de nosotros, desde su responsabilidad, haga lo posible. Unos personándose en el espacio público, otros dejando espacio.