Hace unos días compartía en LinkedIn un post sobre “el deporte como medicina” que tuvo una respuesta increíble, generando incluso un debate en uno de los programas de radio más importantes del país. En él, mencionaba una pasión personal, la natación en aguas abiertas, un deporte que practico desde hace diez años y que ha sido una constante en mi vida, aportándome no solo equilibrio físico, sino también mental.
En el último circuito de competiciones de larga distancia, que cerré en Ibiza con una carrera de 8 kilómetros, experimenté de nuevo la intensidad y el desafío del deporte de resistencia. Estos retos no solo nos motivan a entrenar constantemente, sino que, al añadir un toque competitivo, se convierten en una especie de “medicina” para el día a día. Igual que en los negocios, el deporte exige resiliencia y adaptación continua; cada carrera es un reto que, al superarlo, fortalece nuestro equilibrio y nos prepara para los desafíos en otras áreas de nuestra vida.
Igual que en los negocios, el deporte exige resiliencia y adaptación continua; cada carrera es un reto que, al superarlo, fortalece nuestro equilibrio y nos prepara para los desafíos en otras áreas de nuestra vida
Esta idea también se refleja en la historia de Eric Spector, un exalumno de Harvard Business School, quien a sus 77 años sigue participando en carreras de 50 e incluso 100 millas. Aunque ha estado vinculado al deporte durante toda su vida, fue a los 60 años cuando completó su primera carrera de 50 millas (más de 80 kilómetros). A los 69, tras superar una lesión, se quedó a solo 9 millas de cumplir su objetivo de 100 millas (más de 160 kilómetros). Dos años después, se convirtió en la persona de mayor edad en finalizar una carrera de 100 millas. Hoy, acercándose a los 80 años, lo sigue logrando. Su lección: “lograr el objetivo es menos relevante que el proceso de intentarlo, porque el proceso en sí mismo es revelador. Es aprender sobre ti mismo, descubrir de lo que eres capaz y encontrar cómo puedes superar lo que el mundo del ultrarunning llama la cueva del dolor”.
Este enfoque en el proceso, más que en el resultado final, tiene un fuerte respaldo en la investigación. Esta misma semana, la profesora y compañera Eva Rimbau-Gilabert compartía un estudio de Williamson et al. sobre el impacto de los diferentes tipos de objetivos en el rendimiento deportivo. Según los hallazgos:
- Los objetivos de proceso son los que más impacto tienen en el rendimiento. Estos objetivos se centran en acciones específicas que el deportista controla y debe realizar de manera constante para mejorar sus habilidades. Son los objetivos que dan sentido al día a día, como asistir a un número concreto de entrenamientos semanales. En el ámbito laboral, los objetivos de proceso se traducen en comportamientos cotidianos y medibles, como mantener reuniones semanales para mejorar la comunicación con el equipo.
- Los objetivos de rendimiento tienen un impacto moderado y suelen ser medibles, centrándose en mejorar marcas personales sin depender de la comparación directa con otros.
- Los objetivos de resultado tienen un impacto menos significativo, ya que dependen de factores externos y del desempeño de los demás competidores.
Este análisis es especialmente útil para quienes, como muchos directivos, enfrentan entornos laborales intensos. En el deporte, como en el trabajo, los objetivos de proceso —esas acciones diarias que dependen únicamente de nosotros— resultan más motivadores y alcanzables, porque nos ayudan a visualizar qué hacer en cada momento para progresar.
Volviendo al post inicial, con más de 30.000 visualizaciones, fue inspirador ver cómo en las vidas de tantos profesionales de carrera exigente, actividades como correr, practicar triatlón, hacer pilates o incluso meditar, forman parte de su “medicina” personal. Esas actividades que no solo mejoran la salud, sino que también les permiten encontrar el equilibrio para afrontar sus retos diarios.
En el deporte, como en el trabajo, los objetivos de proceso —esas acciones diarias que dependen únicamente de nosotros— resultan más motivadores y alcanzables, porque nos ayudan a visualizar qué hacer en cada momento para progresar
Incorporar el deporte en nuestra rutina diaria no solo es un camino hacia el bienestar físico, sino también un recurso invaluable para mantener la resiliencia en un mundo profesional en constante cambio. Hacer del deporte una parte esencial de nuestra vida es, sin duda, una medicina para el alma y un camino hacia una vida más equilibrada.