El flamante gobernador del Banco de Inglaterra, el canadiense Mark Carney, inauguró su mandato con una decisión llena de sentido común y sensibilidad social.
Consciente que la principal preocupación de los británicos es el paro, Carney se ha comprometido a no subir el precio del dinero hasta que el paro no se sitúe por debajo del 7%. El precio oficial del dinero en el Reino Unido se encuentra en sus niveles más bajos del 0,5%.
Con esta decisión, el Reino Unido sigue las pasas del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Ben Bernanke, que en diciembre pasado anunció que mantendría sus estímulos a la economía hasta que el paro no se sitúe por debajo del 6,5%.
La decisión de la autoridad monetaria británica es un gesto que inspira confianza a los ciudadanos al indicar queultima instancia, todo el arsenal de palancas de la política monetaria se usa pensando a resolver un asunto tan serio como el de la falta de trabajo. Esta especial preocupación por el paro aparece precisamente en unos países en el cual la tasa de paro no es tan alarmando cómo en otros; 7,6% en Estados Unidos y 7,8% en el Reino Unido.
¿Y en Europa qué hagamos? El problema del paro a la UE es mucho más grave. Actualmente la tasa de parados a la zona euros del 12,1% y afecta además de 19 millones de personas. En la Europa de los veintiocho, la tasa es del 11%, medio punto más que hace un año, y afecta 26,7 millones de personas, 1.100.000 más que en junio del 2012.
La cuestión es muy seria. Europa no tiene política para el paro a no ser que se considere la ridícula cifra de 8.000 millones de euros acordada al último Consejo Europeo, hace unos meses por un periodo de siete años (2014-2020)
Ya sabemos que los objetivos de la Reserva Federal son conseguir la plena ocupación, asegurar la estabilidad de los precios y promover el crecimiento. Y el del BCE el único mandato es mantener la inflación a raya que en su lenguaje se traduce en "menor pero cerca del 2%"
Pero a lo largo de la crisis, el BCE también ha sido menos purista y no ha dudado en bordejar la legalidad cuando ha adquirido cantidades masivas de deuda pública y asegurado estar dispuesto a hacer "el que haga falta" para salvar el euro y así salvar un descalabro bancario. Del mismo modo que no dudó al prestar un billón de euros a la banca al 1% o menos, nunca ha expresado la mínima preocupación por el creciente ejército de parados europeos. Salvar sus bancos ha sido la verdadera política del BCE a lo largo de la crisis.
La obsesión dogmática por la inflación del BCE carece de todo fundamento en un momento en que la tasa de la zona euro se encuentra al 1,6% y la del Reino Unido es del 2,7%. Pues bien, a pesar de tenerlo peor, en materia de precios, que a la UE, el gobernador del Banco de Inglaterra ha priorizado el problema del paro antes de que la inflación en sus decisiones.
Europa ha perdido reflejos o sensibilidad o si se prefiere, sentido de la realidad. Los mandatarios de la UE siempre han sido dispuestos a apuntarse a las recetas más dogmáticas y regresivas. Cuando el FMI recomienda una rebaja de los salarios del 10%, le falta tiempo al comisario Olli Rehn para apoyar a la iniciativa. Pero cuando el mismo Fondo se hizo una autocrítica por no haber efectuado una liberación de la deuda al primer rescate en Grecia y la excesiva austeridad exigida, la Comisión rechazó totalmente asumir cualquier culpa.
La realidad es que en estos asuntos, en el tratamiento de la crisis bancaria la UE va detrás de Estados Unidos y Reino Unido, atrapada a su inmovilismo y la extrema lentitud en la toma de decisiones.