Me comentaba una profesional del coaching cuántas veces detrás un hombre aparentemente exitósdescubrimos un profesional mediocre. Y cómo esto no pasa tan a menudo con las mujeres. Es porque las mujeres somos mejores? Está claro que no, pero en general las mujeres que han llegado a lugares de responsabilidad han tenido que hacerlo por méritos propios solamente, sin tener una red de apoyo como tejen los hombres entre si, de apoyo mutuo, luchando mucho, demostrando resultados.
Por eso, decía la coach , la igualdad existirá el día que encontramos el mismo nivel de mediocridad en las mujeres directivas que en los hombres directivos. Me ha parecido que era un pensamiento muy chocante pero seguramente muy cierto (con toda la prudencia que hay que tener con las generalizaciones).
Ahora bien, desde las escuelas donde desarrollamos profesionales no nos tenemos que conformar a luchar por un objetivo inútil como el de igualar la mediocridad. Tenemos que prepararlos (y prepararlas) para que saquen la mejor versión de sí mismos, transformarse para transformar (el mundo). Y este tendría que ser el objetivo de las escuelas de primaria e institutos, de las universidades y de cualquier enseñanza a lo largo de la vida.
Este miércoles se inicia una nueva edición del Salón de la Enseñanza, primero dedicado a la oferta de grado y el fin de semana de posgrado. Yo animaría cualquier visitante que busque información de la razón de ser de la escuela, aquello que más allá del contenido académico, la logística de horarios, la oferta de servicios, todos ellos importantes, nos puede ayudar a excel·lir en nuestro campo, seamos mujeres u hombres, en todas las vertientes que necesita un profesional: técnicas, humanísticas, para tener una mirada holística en el mundo y servir mejor la sociedad.