La universidad tiene como misión generar y distribuir conocimiento. Generarlo, con investigación de calidad. Y distribuirlo mediante formación al alumno y transferencia de conocimiento al exterior. Aun así, esta visión de la universidad es relativamente nueva. Fines hace muy poco, se pensaba que la única misión de la universidad era educar. Desde el siglo XIX la universidad se concibe como entidad de investigación, centrada en la figura del estudiante. Haciendo y estructurando la investigación, la universidad encabeza el proceso científico y el liderazgo intelectual de los países. Se introduce así la función de generación de conocimiento. Y sólo muy recientemente se percibe la universidad como proveedora de conocimiento al exterior y potencial motor económico.
Esta última misión acontece ahora fundamental: si queremos avanzar hacia una economía del conocimiento, la universidad tiene que potenciar dos elementos: su apertura al exterior (transfiriendo conocimiento que se convierta en ventajas competitivas empresariales), y la formación en actitudes para inyectar vocación emprendedora en los estudiantes. Con este planteamiento, uno de los mejores modelos de referencia, el Massachussets Institute of Technology (MIT), ha conseguido que sus alumnos hayan fundado 25.000 empresas y generado 3,3 millones de puestos de trabajo.