Vemos como crece el valor que otorgan las personas a la
información, la transparencia y a la participación ciudadana. Nos encontramos
ante un consumidor hedonista, sofisticado, conectado, exigente y vanguardista, a quien las redes sociales ofrecen la posibilidad de expresar y compartir sus gustos y preferencias. El consumo se polariza y va de productos que son o bien de lujo o bien de descuento, ignorándose la gama mediana que cada vez ve más reducida su cuota de mercado, a la vez que nacen nuevas fórmulas de consumo colaborativo.
El individuo, como ciudadano y como consumidor, busca
nuevas formas de participación y las herramientas e instrumentos tradicionales son constantemente revisadas y superadas por la realidad. En este contexto, necesitamos plantearnos si es realista creer que
estas personas que actúan de una determinada manera como ciudadanos, como consumidores y en su día a día, cambiarán de actitud y perderán autonomía en el momento de poner los pies dentro de la empresa en su rol de trabajadores. Sobre todo, si tenemos en cuenta cuál es el perfil de personas que tendrán que incorporar las empresas en los próximos años.
El
recientemente publicado y comentado estudio The Future of Jobs realizado por el
World Economic Forum (WEF) destaca que la creatividad, el pensamiento crítico y la capacidad de tomar decisiones serán de las
capacidades de los trabajadores más valoradas por las empresas. En un contexto donde se pueden llegar a perder siete millones de puestos de trabajo durante los próximos cinco años en el marco de la llegada de la "cuarta revolución industrial", los lugares de trabajos que sobrevivan y los de nueva creación serán
aquellos que no puedan ser sustituidos por robots ni programas de software . Precisamente, aquellos que incorporen todo aquello que nos hace más humanos.
Y aquí es donde creo que
necesitamos preguntarnos si el modelo actual de organización empresarial será capaz de alojar el perfil de individuo que las empresas necesitarán incorporar en los próximos años, facilitando un entorno donde realmente se puedan explotar estas capacidades. Los modelos de participación de los trabajadores a la empresa
son una herramienta clave para dar valor a las personas dentro de la empresa y para reforzar de manera decidida su papel de elemento social transformador.
Independientemente de bajo qué forma jurídica se produzca, cooperativas, sociedades laborales o sociedades mercantiles la participación acontece, ahora más que nunca,
un valor en si mismo que tenemos que reforzar. Así, del mismo modo que nacen nuevas formas de participación ciudadana en todo el mundo y vivimos inmersos en un entorno donde las tecnologías de la información y de la comunicación
nos traen cada vez más hacia entornos colaborativos.La empresa tendrá que hacer también un proceso de democratización interno poniendo a las personas al centro de la reflexión, e incorporando nuevos elementos de transparencia y corresponsabilidad. La participación tiene que entrar definitivamente en las agendas estratégicas de las empresas por convicción y valores, pero también
como fuente de ventaja competitiva.El futuro implica apostar por
una cultura organizativa basada en la participación, el compromiso y la implicación de las personas, desde el convencimiento que, aunque pueda parecer contradictorio, aquellas empresas que más valor den a las personas serán
las que mejor se adaptarán a una economía y a un tejido industrial cada vez más dominados por la tecnología.