Nuestras abuelas recomendaban intensamente a sus nietos convertirse funcionarios. Por ellas, era un sinónimo de seguridad ; sin duda esto es muy importante por alguien que ha vivido una guerra y la consiguiente posguerra. Muchos de los que siguieron el consejo no han conseguido la tanto esperada felicidad en la vida. Su trabajo no los acompaña. Esta no emociona, las tareas no son creativas, la personalidad no se desarrolla, no se crece como persona; esto si, se ingresa un sueldo regular cada mes que permite comer e ir de vacaciones, con un poco de suerte. Bien, en este momento igual ni esto.
Emprender es la postura contraria. Hay que saber y ser creativo, investigar y aprender de los otros. Hay riesgo, pero este puede ser gratificado. Sobre todo, es una postura vital. Una forma de intentar crear, crecer y ser feliz.
Las escuelas de nuestro país nunca han trabajado mucho este tema. La gran ironía: profesores funcionarios, que nunca han trabajado en una empresa, y nuncahan creado ninguno, dando clases de emprendeduría en un aula con tiza y pizarra, rodeados de inapetents adolescentes que miran por las ventanas.
Hace ya unos años que se dibujan varias iniciativas que provienen de centros de formación profesional. Entre estas, los viveros de empresas, con varios nombres y varias iniciativas. En unos años, todos tendrán que hacer el esfuerzo de tener su proyecto.
Pero a las empresas jóvenes no se los es suficiente el lugar para ubicarse. Son como una delicada planta que quiere arraigar en un terreno baldío. Sin duda, necesita una colcha para proteger las primeras fases del crecimiento. Pero también será necesario un tutor, que haga de guía de las primeras actuaciones.
Igual que una tomaquera. La mayor parte de los jóvenes de nuestro país no han crecido rodeados de la semilla de la iniciativa: hacen falta asesores que se los hagan un golpe de mano. Como crear la empresa, como definir el producto, como posicionarse al mercado, como poner precios, como investigar la competencia, entender las necesidades de los clientes... En una clase esto no se hace. Hacen falta asesores que guíen las primeras fases de las jóvenes empresas.
Todos sabemos que hay personas directamente emprendedoras. Posiblemente han vivido en un clima adecuado. Pero si queremos un bosque lleno de árboles, tenemos que conseguir muchos planteles y de aquí muchos robles. En los centros de formación profesional se puede hacer cierto trabajo. Pero hay que crear una cultura y un volumen mínimo que apoye a esta cultura. Esto lo tenemos que hacer entre todos.