Hay una nueva tendencia en TikTok (o en Instagram, para los que como yo se niegan a abrir una nueva red social) que consiste en intercambiar información con otra persona bajo la premisa de escuchar pero no juzgar. Por ello, se empieza diciendo algo que te molesta de la otra persona, y esta no podrá replicar porque “escuchamos, pero no juzgamos”. Las reglas son sencillas y se han viralizado enormemente entre los jóvenes, aunque también entre quienes ya no lo son tanto.
Escuchar, pero no juzgar no es algo muy común. Normalmente, si escuchamos, también juzgamos, aunque sea sin mucho esfuerzo o sin darnos cuenta en el momento. Si no juzgamos, corremos el riesgo de pasar por alto algo que deberíamos escuchar con mayor atención. Esta tendencia de Internet se ha convertido en un ejercicio interesante que ha generado resultados muy variados: situaciones muy divertidas, situaciones muy incómodas y otras bastante superficiales, lo que claramente lleva a pensar que, como estudio social, no tiene mucho método ni resultados extrapolables demasiado prometedores, pero que, como prueba piloto, resulta francamente reveladora
Hay un aspecto de esta tendencia que me ha gustado: bajo la premisa del juego, muchas personas se han atrevido a manifestar algo que les resultaba incómodo en su relación con la otra persona, algo que en otros contextos quizás les habría costado mucho más compartir. Como alguien que tiende a tener dificultades para expresar lo que no me gusta o me molesta de las personas a mi alrededor, lo encontré interesante: escuchar sabiendo que no te juzgarán (o, al menos, que no pueden hacerlo si se comprometen a seguir las reglas del juego) puede ser alentador en las relaciones interpersonales.
"Si no juzgamos, corremos el riesgo de pasar por alto algo que deberíamos escuchar con mayor atención"
Ahora bien, en este ejercicio también puede esconderse la premisa implícita de la libertad de expresión llevada al infinito, un argumento utilizado por quienes practican lo que socialmente se ha denominado “sincericidio”. Está muy bien poder compartir cosas con otras personas sabiendo que serás escuchado, pero no juzgado, pero eso no significa que puedas decir absolutamente lo que quieras sin medir las consecuencias. Al fin y al cabo, se trata de un juego que forma parte de la relación entre dos personas en la vida real, y, por tanto, lo que digas, aunque no sea juzgado en el momento y sea escuchado, puede herir, ser mal recibido o generar conflictos innecesarios.
Escuchar, pero no juzgar es una práctica más bien imposible, pero que permite un ejercicio revelador: ¿hasta qué punto podemos asumir una información sensible nueva de la que no nos habíamos percatado? ¿Y de qué manera podemos conseguir crear espacios seguros donde verbalizar lo que normalmente no nos atrevemos a decir? Pero lo que más curiosidad me despierta es: ¿esta tendencia sería igual de viral si fuera un ejercicio doméstico y no un contenido digital? ¿Qué pasaría si no hubiera una cámara grabando nuestras reacciones?
"Está muy bien poder compartir cosas con otras personas sabiendo que serás escuchado, pero no juzgado, pero eso no significa que puedas decir absolutamente lo que quieras sin medir las consecuencias"
“Escuchamos, pero no juzgamos” es una de esas tendencias que ahora son lo más icónico, pero que dentro de unos meses nadie recordará. Lo más probable es que para entonces ya tengamos algo nuevo, como “tres mentiras y una verdad” o “quién puede aguantar la cabeza bajo el fregadero más tiempo sin ahogarse”. A veces pienso que, si no nos hemos extinguido como especie, es por motivos estrictamente relacionados con la casualidad. Pero creo que no podemos perder esta oportunidad para reflexionar sobre cómo el espacio digital permite, al convertirlo todo en contenido, realizar ejercicios sociales que, de otro modo, seguramente habrían acabado en un desastre.