Del si de Esparta al si de la IA

09 de Mayo de 2024
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Los habitantes de la antigua Esparta eran conocidos por su militarismo, por su estoicismo y por sus respuestas cortas y tajantes. Hoy de estas respuestas las llamamos lacónicas en honor a la región de Laconia a la que pertenece Esparta. Los espartanos cultivaron la habilidad de decir mucho en pocas palabras. De estas respuestas lacónicas tenemos muchas de documentadas en textos clásicos y en la película 300 que recoge unas cuantas.

De todas, la más conocida es la que los espartanos dieron a Felipe II de Macedonia en el siglo III aC cuando los amenazó con: "Si entro en Lacònia, arrasaré Esparta". La respuesta de los espartanos fue: "Si" (observad la carencia de acento, si condicional).

A diferencia de las otras polis griegas, Esparta no tenía murallas (en realidad eran 5 pueblecitos alrededor del río). Preguntado Agesilao el Grande sobre el por qué, su respuesta consistió en señalar a uno que pasaba por allá y decir lacónicamente: "Estas son nuestras murallas". Y es que los ciudadanos de Esparta tenían prohibido trabajar, comerciar y acumular riquezas; solo podían ser soldados. Quienes trabajaban eran los hilotes, los pueblos indígenas a quienes los espartanos habían esclavizado. Preguntando a Anaxándridas  II el por qué los espartanos no cultivaban directamente la tierra, respondió: "No cuidando la tierra sino de nosotros mismos, la hicimos nuestra". Los hilotes eran los que se encargaban de hacer todo lo manual: cultivar la tierra, trabajar la madera, la cerámica, construir casas.

Anaxándridas II: "No cuidando la tierra sino de nosotros mismos, la hicimos nuestra"

Tucícides escribe que "las instituciones espartanas han estado siempre diseñadas en vista a garantizar la seguridad contra los hilotes". Aristóteles habla de los hilotes como un "enemigo siempre a la espera de un desastre para Esparta". Esparta no tenía ejército, era el ejército.

Entender la antigua Grecia nos ayuda a entender quién somos, cómo somos y, más importante, hacia donde vamos.

Cuando hablamos de automatización, y últimamente con la IA hablamos mucho, es inevitable proyectar nuestro pasado esclavista en un futuro de máquinas-hilotes y de señores-espartanos. Este es el objetivo de la automatización en sus diversas encarnaciones: vapor, electricidad, ordenadores y, ahora, IA. La promesa es que reinaremos sobre las máquinas que nos traerán un bienestar infinito y que todos nos podremos dedicar a la filosofía y a la democracia, como la Atenas clásica. Ya firmaría, pero la realidad parece que va en otra dirección.

No sé quién fue que dijo que algo estamos haciendo mal si todo lo que hacemos con la IA es enseñarle a dibujar, componer música y a escribir poesía —cosas que nos gustan— en vez de enseñarle todo lo que no nos gusta, como escribir correos, WhatsApp, cuadrar calendarios y llenar formularios en linea. Que está bien que nos repartamos el trabajo, pero que lo estamos haciendo mal. ¿No tendríamos que estar aprendiendo filosofía, a pintar o a tocar el piano en vez de aprender a cómo hacer todavía más presentaciones de PowerPoint, responder más correos y redactar mejores CV con la ayuda de la IA? Según qué adelantos de la IA generativa y según qué grandes afirmaciones de según qué grandes gurús de Silicon Valley parece que nos lleven más hacia Esparta que hacia Atenas. Si no vigilamos, acabaremos como los espartanos llevando la arma siempre encima por miedo a los esclavos.

Hay otro si condicional, más reciente y no tan lacónico, que tiene que ver con si algún día las máquinas podrán hacer todo lo que nosotros sabemos hacer —entre otros, crear imágenes, música, textos— de su propia voluntad, con intencionalidad y con objetivos propios. Se conoce como la conjetura de McCarthy, el matemático y pionero de la computación norteamericano que acuñó el término inteligencia artificial.

"Cuando hablamos de automatización, es inevitable proyectar nuestro pasado esclavista en un futuro de máquinas-hilotes y de señores-espartanos"

Él y Marvin Minsky propusieron un encuentro de los matemáticos, ingenieros, psicólogos y lingüistas más brillantes del momento en el verano de 1956 en el colegio de Darthmouth a Nuevo Hampsire en EE.UU. La propuesta inicial decía: "Proponemos que durante el verano de 1956 tenga lugar en el Dartmouth College un estudio que dure 2 meses, para 10 personas. El estudio es para proceder en base a la conjetura que cada aspecto del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia puede, en principio, ser descrito con tanta precisión que se puede fabricar una máquina para simularlo. Se intentará averiguar cómo fabricar máquinas que utilicen el lenguaje, formen abstracciones y conceptos, resuelvan las clases de problemas ahora reservados para los seres humanos, y mejoren por ellas mismas. Creemos que se puede llevar a cabo un adelanto significativo en uno o más de estos problemas si un grupo de científicos seleccionados con cuidado trabajan conjuntamente durante un verano."

Observad que desde que la IA es IA, esta propuesta se ha cogido como una afirmación, de que sí, "que cada aspecto del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia puede, en principio, ser descrito con tanta precisión que se puede fabricar una máquina para simularlo". En realidad no es uno afirmativo sino uno si condicional, análogo al que los espartanos dieron a Felipe II de Macedonia, quizás no tan lacónico pero más importante en cuanto a nuestro futuro. Y como que aquello de que quien olvida su pasado está condenado a repetirlo y como que el pasado de los griegos es también el nuestro, conviene no olvidar que Felipe II arrasó Laconia.