Hace unos meses estuve conversando con un productor de vino espumoso catalán -que abandonó la DO Cava hace años-. Comimos en sus bodegas. Nos encontramos mucho de vez en cuando. No les va mal. Me explicaba este productor que, gracias a haber mantenido las cepas tradicionales de la comarca -el Penedès-, estaban resistiendo mucho mejor la sequía que, en la época en que nos encontramos, les asediaba de verdad. Macabeo, Xarel·lo, etc. Las cepas resistían y producían.
Son una bodega mediana que ha logrado vender a unos precios decentes -sobre todo en el extranjero- y a pagar por kilo de uva un precio razonable al campesino. No querría mentir, pero me parece que es el que paga mejor -a pesar de tener viñas propias-. El fruto de su éxito no es un golpe de suerte. Ha sido la suma de muchas cosas. Unas pequeñas y, aparentemente, insignificantes. Otras más estratégicas que llegan a afectar, incluso, a la composición del consejo de administración.
Este ejemplo, esta anécdota, la expongo aquí como antítesis a lo que está teniendo lugar en Freixenet. Cuando se muere una persona de edad muy avanzada es porque se le para el corazón, o sufre una trombosis, o un derrame, ... cualquier cosa. Seguro que hay una causa concreta. Pero la realidad es que muere de vieja, porque cualquier incidente la mata. Pues algo similar le pasa a esta desafortunada empresa vinícola. Lo que sufren ahora no es fruto de la sequía, de una mera circunstancia. Lo que les sucede es un desastre consecuencia de varias fechorías durante muchos y muchos años. ¿Que ahora la sequía les da un golpe que les deja aturdidos? Seguro.
"Precios de venta bajos para inundar el mercado europeo de la sangría. Y para obtener mejoras en la competitividad se procedió a la asfixia salarial en lugar de hacerlo mediante el incremento de productividad"
He ido siguiendo las vicisitudes del sector del cava desde entonces muchos años. Escribí el primer artículo de denuncia en el año 2005. En el periódico Avui. Se llamaba Raïm miserable y preveía, como tanta gente, que el sector del cava acabaría como el rosario de la aurora. Porque lo que hicieron, durante muchos años, no podía acabar bien de ninguna de las maneras.
Durante muchos años el consejo regulador de la DO Cava –allí donde se cortaba el bacalao– estuvo dominado por los caciques locales del Penedès, ofreciendo una imagen de indisolubilidad entre la denominación cava y la comarca del Penedès –por cierto, todavía hay quien se lo cree-. Este grupito de gente se constituyó en una especie de cártel –transpuesto a las dimensiones físicas y mentales catalanas, deberíamos hablar de «cartelecito»-. Con su propia caja de ahorros y todo (Caixa del Penedès), que se encargaba de hacer pasar por el aro a los disidentes con necesidades financieras. Todo ello una organización que, si bien no inquietó nunca más allá de El Pertús, sí que se ha demostrado capaz de dañar la economía de una comarca entera.
En el pasado, la DO Cava -la verdad es que el presente he dejado de seguirlo- se ha basado en la economía de la inmoralidad de los poderosos ignorantes. Precios de venta bajos para inundar el mercado europeo de la sangría. Y para obtener mejoras en la competitividad se procedió a la asfixia salarial en lugar de hacerlo mediante el incremento de productividad. Al campesino se le ha pagado tradicionalmente miseria estrangulándolo hasta el límite. No aprendieron los del Cava que si se quiere competir en precio siempre habrá alguien que te ganará y lo hará más barato.
"De cómo una denominación de origen que lo tenía todo -seguramente demasiado- hundió en la miseria una comarca entera"
La historia del cava es una historia de fracaso colectivo. Y de la trampa típica hispana. Desde un periodismo catalán que censuraba la información de las multas que el gobierno español imponía repetidamente a Freixenet por comercializar vino inmaduro –yo tenía que buscar las noticias en El País–, hasta unos gobernantes que decidieron no plantar cara a un lobby mediocre, corto de miras y renegado.
¿Cómo acabará el sector de la DO Cava? Quién sabe. Yo me pensaba que la reestructuración se había acabado y se había hecho limpio. Que la venta de Freixenet y Codorniu se había llevado la suciedad río abajo. Estaba equivocado. Detecto, viendo las noticias, que todavía arrastran porquería. Estamos ante un caso de manual de escuela de negocios. De cómo una denominación de origen que lo tenía todo -seguramente demasiado- hundió en la miseria una comarca entera.