¿Tienes la sensación de que todo te empuja a ir rápido? ¿Que grabas notas de voz en lugar de llamar para ahorrar tiempo? ¿Que comes mientras miras el móvil para no perder el tiempo? ¿Que hablas por teléfono mientras conduces para aprovechar el tiempo? ¿Te quema un correo sin responder en la bandeja de entrada? ¿Lees el WhatsApp de un cliente mientras estás en una reunión con otro?
Vivimos en la era de la velocidad constante, y en el área comercial, esto se traduce en la necesidad de dar respuestas inmediatas, cerrar ventas rápidamente y satisfacer a unos clientes cada vez más impacientes y exigentes. Pero esta inmediatez, a veces, nos juega una mala pasada: relaciones comerciales superficiales, equipos estresados y decisiones rápidas y poco reflexionadas. ¿Es sostenible?
Hace años, cuando la tecnología aún no nos conducía tanto a la inmediatez, recuerdo que un cliente, al verme angustiada y disculpándome por no poder cumplir un plazo, con toda la calma me dijo: “Tú no eres médico ni enfermera, tú no salvas vidas. Tranquila, nadie morirá por tu culpa. Como mucho, alguien se enfadará y un proyecto se retrasará, pero tranquila, esto no es nada grave.”
"Relaciones comerciales superficiales, equipos estresados y toma de decisiones rápidas y poco reflexivas. ¿Es sostenible?"
Lástima que su jefe, y el mío, no opinaron lo mismo cuando ocurrió… En cualquier caso, esa reflexión me sigue acompañando. Y aunque no siempre la pongo en práctica porque llevo la rapidez incorporada de serie, es cierto que, en momentos críticos, la recuerdo y la comparto con personas del mundo comercial.
Y aquí entra en juego el slow movement, una corriente nacida para contrarrestar la aceleración actual, que nos propone recuperar el valor del tiempo y la calidad. Pero ¿podemos aplicarlo en el mundo de las ventas? Una filosofía comercial más pausada podría ser la clave para construir relaciones más auténticas y duraderas, generar confianza y, paradójicamente, vender mejor.
A primera vista, hablar de slow sales parece contradictorio. En un entorno donde todo se mide en ratios de conversión y plazos, reducir la velocidad parece una estrategia arriesgada. Pero no se trata de ir más despacio porque sí, sino de poner el foco en lo que realmente importa: las personas.
¿Cómo aplicamos el slow movement en el área comercial?
1. Prioriza la calidad sobre la cantidad: En lugar de intentar contactar con cientos de clientes potenciales al mes, ¿por qué no centrarte en aquellos a quienes realmente puedes aportar valor? Dedica tiempo a personalizar tus propuestas comerciales. Un cliente que siente que entiendes sus necesidades es un cliente que confiará en ti a largo plazo.
2. Escucha activa, menos hablar, más comprender: En una reunión comercial, concéntrate exclusivamente en la persona que tienes delante. Dedica más tiempo a hacer preguntas, escucharla y reflexionar sobre lo que te dice. Asegúrate de comprenderlo antes de pasar directamente a ofrecer una solución.
3. Adapta el ritmo del cliente: En ocasiones, intentar acelerar el proceso de venta puede ser contraproducente. En lugar de forzar una venta rápida, crea un proceso de follow-up. Propón reuniones periódicas para revisar sus dudas o necesidades sin la presión de cerrar una venta. El resultado llegará igualmente y más consolidado.
"No se trata de ir más despacio porque sí, sino de poner el foco en lo que realmente importa: las personas"
4. Forma al equipo comercial en valores slow: Ser slow no significa ser menos eficiente, sino trabajar de una manera más consciente y sostenible. Esto requiere un cambio de mentalidad en los equipos comerciales y desarrollar habilidades como la perseverancia, la consistencia, la empatía o la resiliencia.
5. Ser slow no es ser lento, es ser estratégico: En ventas, una actuación más pausada y reflexiva puede convertirse en una ventaja diferencial. Los clientes (con matices) valoran a quien invierte tiempo en ellos, escucha bien sus necesidades y les ofrece soluciones personalizadas. A largo plazo, esto siempre se traduce en confianza y fidelización.
El área comercial necesita un cambio de paradigma. En un mundo donde todo va rápido, desacelerar el proceso (¡pero no el crecimiento ni las ventas!) puede ser la mejor estrategia para destacar. Se trata de trabajar de una forma más inteligente, más consciente y conectada con las personas. Así es como construimos relaciones comerciales auténticas y duraderas.