Etnógrafo digital

Más ciencia y no tanta imbecilidad

22 de Octubre de 2020
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

La semana pasada Facebook anunciaba la actualización de su política de publicación de contenidos con el objetivo de prohibir todo contenido que niegue o distorsione el Holocausto. Lo hacen en base a estudios de organizaciones independientes que constatan un incremento de los discursos de odio en general a la red y del antisemitismo en particular. Facebook está trabajando con el Centro por la Memoria del Holocausto Yad Vashem y el centro Simon Wiesenthal para redirigir a contenidos de fuentes fiables los usuarios que busquen información sobre el Holocausto o que publiquen contenidos negacionistas.

 

"Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana, y del primero no estoy del todo seguro". La frase, a pesar de que se atribuye a Einstein, aparece por primera vez en 1942 en el libro "Ego, Hunger, and Aggression: a Revision of Freud's Theory and Method" del psiquiatra Frederick S. Perls, creador de la terapia de la Gestalt. La cita literal del libro dice "Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana. Hoy sabemos que esto no es cierto. Einstein ha demostrado que el universo es limitado". En las sucesivas ediciones Perls atribuye la frase a Einstein.

Sea como sea la frase era cierta en el siglo XIX cuando Alexandre Dumas escribió una versión similar ("Une chose qui m'humilie profondément est de voir que le génie humain a des limites, quand la bêtise humaine n'en a pas"), cuando supuestamente la pronunció Einstein, cuando la imprimió Perls y es cierta especialmente hoy en tiempo de redes sociales.

 

Cargar todos los marrones en las redes sociales es tendencia. Lo podéis encontrar en cualquier discurs sobre los males de nuestra sociedad, al documental viral de Netflix "The Social Dilemma" o a las tertulias de los opinadors más bien informados del país. No lo haré. Las redes sociales y su tecnología subyacente no tienen la culpa de los males de la sociedad, las culpas van repartidas: la globalización mal entendida, el neo-liberalismo digital llevado al extremo, y un marco regulador con más agujeros que un Gruyère hacen el cóctel perfecto para el capitalismo de datos por el que nos regimos. Ah y la estupidez humana.

Las redes sociales no son la causa de la estupidez infinita, sólo son el escaparate; cuanto más ojos miran y cuanto más manos escriben más evidente se hace. Quizás la gota que ha acabado de empujar Facebook a adoptar un rol más activo en cuanto a los contenidos, es la publicación de un estudio que concluye que el 23% de los americanos entre 18 y 29 piensa que el Holocausto no existió nunca o que todo ello es una exageración y que no hay para tanto. Ante tanta estultícia a Zuckerberg ya no le quedan excusas para repetir el mantra de que Facebook no crea contenidos y que sólo es una pobre plataforma, que no disparen al mensajero y "dame un euro que voy a Bellvitge".

Lo podemos arreglar esto con tecnología? No sólo, pero lo que es seguro es que sin no lo podemos hacer. Hace un par de años tuve la ocasión de hablar con un superviviente del Holocausto en Davos. Se decía Pinchas Gutter y era un superviviente polaco que había pasado por el gueto de Varsovia y por cinco campos de concentración hasta ser liberado en el campo de Majdanek. En el marco de un proyecto de conservación de la memoria del Holocausto, el señor Gutter había sido filmado en la Universidad de Southern California por más de 100 cámaras en una cúpula de 360º mientras respondía hasta 2.000 preguntas sobre su experiencia vital. Meses después y después de visitar escuelas y universidades, en Davos, una representación virtual suya me respondía sentado en una silla ante mí.

Esta semana, en campaña, hablando de la COVID-19 Trump ha dicho que la gente no tendría que votar Biden porque si ganara "haría caso a los científicos". Biden en un tuit le ha respondido con un lacónico y a la vez troll "Sí", que es de hecho la promesa electoral más revolucionaria que he visto nunca.

Einstein comparte con el señor Pinchas que ambos fueron víctimas del nazismo, que ambos emigraron a América (el primero en los EE.UU. el segundo en Canadá), donde rehicieron su vida y contribuyeron a que el mundo fuera algo mejor. Nos hace falta más ciencia, más tecnología y más historia y no tanta imbecilidad.