Presidente de HM Hospitales de Catalunya

Tecnología, competencia y talento

23 de Julio de 2019
Antoni Garrell

Hace unos días, en un debate sobre competitividad en Tarragona, organizado por Prevint, se constató que este 2019 las señales relativas a un retraso del crecimiento empiezan a aflorar. Algunas voces alertan de una posible nueva crisis en un horizonte no lejano. Alerta que llega cuando la transformación digital y la innovación sigue siendo una asignatura pendiente para muchas empresas, la recuperación de los salarios no ha llegado, de hecho se ha perdido de media casi dos puntos en cuanto a capacidad de compra, como tampoco se ha alejado la precariedad en un porcentaje significativo de los contratos.

 

"Algunas voces alertan de una posible nueva crisis en un horizonte no lejano"

Desgraciadamente, a lo largo de este último periodo de crecimiento, no se ha avanzado de forma decisiva en competir con innovación determinante en producto. Este es un aspecto preocupante, dado que Catalunya ocupa la posición 140 en el ranking de las 238 regiones europeas que configuran la UE. A la vez, a pesar de que Catalunya sólo tiene el 1,5% de la población de la Europa de los 28, genera el 3,7% de su producción científica. Una enorme capacidad científica que no se aprovecha como palanca para la competitividad de las empresas y, como consecuencia, no se convierte en progreso técnico y científico en progreso social.

Una carencia de competitividad para la innovación, que yace también en el pequeño volumen de muchas empresas. Tampoco tendría que esconderse no haber asumir con plenitud que hay una estrecha relación entre modelo productivo y salarios. De hecho, sólo las economías con sistemas productivos capaces de innovar y de extraer capacidad productiva en la tecnología, en un marco de producción sostenible y equilibrio territorial, pueden asegurar altos salarios y carreras profesionales que posibiliten de forma simbiótica el desarrollo profesional y personal a la vez que el estado del bienestar. Así pues, actualmente las organizaciones no pueden ignorar que su actividad se articula o se enmarca en tres ejes: la tecnología, la competencia/mercados globales y el talento.

 

Tecnología, competencia y talento es el elemento capital, y a la vez diferenciador en la capacidad de futuro de toda organización que es, sin duda, el talento de los profesionales que la configuran. El capital humano, un elemento que muchas veces es valorado y reconocido de forma insuficiente, que emerge y crece por la interacción en unos marcos de relación y cooperación plural, con factores multidimensionals que son cambiantes en valores, prioridades y motivaciones. Actualmente, el talento se ve impulsado por el enorme poder transformador de la tecnología. Un elemento que comporta que todo fluya con mucha rapidez, lo que genera nuevos perfiles profesionales que no están formalmente definidos en actitudes y aptitudes.

"A pesar de que Catalunya sólo tiene el 1,5% de la población de la Europa de los 28, genera el 3,7% de su producción científica"

Más allá de los nuevos perfiles profesionales requeridos y que aseguran el desarrollo exitoso de la actividad, en toda organización líder hay un conjunto de elementos, vinculados al talento, que hay que gestionar de forma integral considerando aquellos aspectos que condicionan o espolean a los profesionales.

De esta forma, hay que considerar que la actividad humana en el seno de la actividad profesional se enmarca en un espacio delimitado por aspectos internos fundamentados en los cambios tecnológicos (la inteligencia artificial, la realidad aumentada, la robótica...). Aspectos externos asociados al ecosistema donde se desarrolla la actividad profesional y social (políticas industriales, sociales y de desarrollo económico; políticas salariales y carreras profesionales; infraestructuras; competencia global, asimetría y obsolescencia). Y en tercer lugar, por la formación en actitudes, aptitudes, valores y principios que los condicionan en un marco de incertidumbre (valores emergentes y éticas cambiantes en el ejercicio profesional; la gestión de la incertidumbre; la iniciativa; la flexibilidad y la autonomía).

Tres aspectos que tendrían que ser cogidos con determinación por toda empresa, en especial la industrial, y, por supuesto, por las políticas de fomento de la productividad y los procesos productivos. El sistema productivo y la política industrial.

No tendría que existir ninguna duda de que hoy el desafío no es sólo la productividad, sino un buen sistema productivo de futuro que asegure trabajo y calidad de vida. Asumiendo los objetivos de desarrollo sostenible, se tiene que ser competitivo y articular según un buen entramado industrial, configurado por empresas que han asumido los paradigmas de la cuarta revolución industrial. Es decir, empresas con capacidad de producir eficientemente bienes y servicios en base al uso intensivo de tecnología, la capacidad creativa basada en el talento de las personas y su capacidad de innovación, interactuando en un contexto de competencia global.