Se multiplican las voces que piden que la industria de un paso adelante. Se dice que hay que poner en valor la industria y que esta tiene que liderar la reactivación económica de los próximos meses y años. Es un tema recurrente en las crisis de los últimos tiempos. Primero fue la crisis financiera y de la construcción del 2007-2012 y ahora la crisis sanitaria de la Covid-19. La industria nos tiene que sacar del pozo por segunda vez en trece años, sin haber sido causado ninguna de estas crisis pero sí habiéndolas sufrido duramente. De alguna manera la industria ya hace semanas que está ayudando en la actual crisis. Y un buen ejemplo es la gran cantidad de empresas que han reorientado rápidamente -y en muchos casos altruistamente- su actividad original sobre la fabricación de productos y equipos sanitarios de diversa índole que carecían y eran imprescindibles en los momentos más críticos.
Ciertamente, la industria es el "pal de paller", es el sector tractor, de nuestra economía y de nuestra sociedad. Por un lado, por su importancia cuantitativa, pero, sobre todo, por su relevancia estratégica, dando solidez, estabilidad y seguridad al sistema en todas sus vertientes. En Catalunya la industria contribuye con el 19,3% al valor añadido bruto de la economía, pero su aportación puede llegar a casi el 60% si se aplica el concepto de "nueva industria" o de "servoindustria" (industria más servicios vinculados a ella). Además, la industria es aportadora limpia de recursos públicos vía impuestos y de riqueza exterior a través de las exportaciones, a la vez que concentra buena parte de la investigación privada y de los puestos de trabajo más estables y mejor retribuidos.
"La industria nos tiene que sacar del pozo por segunda vez en trece años, sin haber sido causado ninguna de estas crisis"
Ahora la industria se tendrá que reinventar nuevamente y volver a ser el eje central de la reactivación económica, como lo hizo en la crisis anterior. Pero la industria no está exenta de problemas y necesidades. En las circunstancias actuales hay que trabajar en dos niveles superpuestos. Por un lado, el corto plazo, atendida la coyuntura, y, de la otra, el medio y largo plazo, respondiendo a los retos estructurales. A corto plazo, la atención se tiene que poner en la recuperación del tejido productivo, con contundencia, agilidad y rapidez, para garantizar la supervivencia de las empresas. Al respecto, dos aspectos requieren extrema atención.
En primer lugar, los aspectos laborales y de adaptación al contexto de cada momento y, en segundo lugar, los aspectos financieros y de liquidez empresarial. Con relación a este segundo punto, se tendría que aplicar la máxima de "a grandes males grandes remedios", y valorar si no sería necesario llevar a cabo una condonación/reestructuración -total o parcial- del endeudamiento que crecientemente están logrando las empresas industriales en la actualidad y que puede poner en cuestión su futuro. En la crisis anterior el sistema financiero recibió este tratamiento y se benefició de un rescate que deja una rémora irrecuperable de momento estimada en unos 51.200 millones de euros. En todo esto, no nos podemos olvidar que en los meses próximos el marco normativo tiene que dar seguridad y flexibilidad, adaptando legislaciones favorecedoras de la recuperación y evitando aquellas que impulsan el cierre de la actividad empresarial.
"Se tendría que aplicar la máxima de "a grandes males grandes remedios", y valorar si no sería necesario llevar a cabo una condonación/reestructuración -total o parcial- del endeudamiento"
En el medio y largo plazo, hay que continuar trabajando definiendo el modelo productivo del futuro y el papel que tiene que tener la industria a nuestra sociedad. Y una gran oportunidad en Catalunya nos la da la elaboración del nuevo Pacto Nacional por la Industria (PNI), una vez que finalice el actual el próximo mes de diciembre. Es obvio que este trabajo estará condicionado por la crisis presente, además de por los retos que se esperan, y que habrá que tener una perspectiva amplia y nueva. Una mayor atención a las políticas sectoriales, a la industria de proximidad, a las empresas de pequeña y mediana dimensión, al fortalecimiento de la estructura financiera, a la relocalización de actividad productiva, a la internacionalización, a la reindustrialización del territorio, a la organización y productividad empresarial...,, todos estos serán algunos de los principios que se tendrán que debatir, en un contexto en el cual las prioridades pasarán, sobre todo, por la economía verde, la digitalización, la movilidad, las tecnologías 4.0 y, sobre todo, la industria y la tecnología de la salud.
En este sentido, la realidad actual y de los meses próximos evidencia la vulnerabilidad de una sociedad que depende fuertemente de las importaciones para cubrir sus necesidades sanitarias básicas (EPI, equipos, termómetros, vacunas...,). Pero la urgencia de la actualidad no puede esconder los problemas tradicionales de la industria que requieren respuesta urgente, como, entre otras, la carencia de especialistas con estudios técnicos, las dificultades en transferencia tecnológica y de conocimiento, o los bajos niveles de innovación y de internacionalización.
Ahora toca apostar, más que nunca y de manera contundente, por la industria. Hay que superar aquella máxima de los años noventa del siglo pasado según la cual "la mejor política industrial es la que no existe" y recuperar el "revival de la manufactura" de la primera década del presente siglo. En estos momentos la carencia de acción penaliza y arrastra la industria hacia unos terrenos indeseables en los cuales es imposible dar respuesta al papel que se le pide por parte de la sociedad. Se tiene que volver a la economía industrial y a recuperar el tejido productivo, con el impulso de nuevos paradigmas, entre los que estarán la colaboración publicoprivada, la cooperación empresarial, el conocimiento, o la eficiencia en el uso de unos recursos que serán escasos.