Viajar es redescubrir nuestra civilización, tanto si está a pocos kilómetros de casa como si lo hacemos en otro continente. Caminando por antiguas ruinas, edificios y arte realizado hace siglos nos conectamos con nuestros antepasados, con la historia de las culturas del mundo. Yo estos días he tenido el lujo de andar por los templos de Angkor, patrimonio de la humanidad, en Camboya.
Entender cómo vivían, cómo se relacionaban, qué historias se contaban hace siglos – en el caso de la capital de la cultura khmer, un milenio – nos permite entender mejor cómo y quiénes somos hoy. La cultura es una convención que parte de la capacidad humana de abstracción y creación de historias.
Mantener viva la llama de la curiosidad para entender el pasado e imaginar el futuro es clave para los seres humanos. Es tan importante que, de hecho, puede resultar esencial para la supervivencia de nuestra especie. Antes, según Darwin, lo que permitía la evolución es la capacidad de adaptación. Hoy, quizás, lo que nos permita evolucionar es crear historias.
¿Qué pasaría si la IA logra ser mejor storyteller que nosotros las personas? ¿Qué pasaría si la IA, a través de los contenidos que genera, influye en la opinión pública?
Según el historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari, el lenguaje es el sistema operativo de nuestra civilización. Poder crear historias a través del lenguaje es lo que nos hace humanos y lo que nos permitió – como especie – evolucionar y vencer a otras especies que físicamente eran más capaces que el Homo sapiens. Y resulta que, hoy, la inteligencia artificial (IA) ha logrado aprender a generar lenguaje.
Harari se pregunta, ¿qué pasaría si la IA logra ser mejor storyteller que nosotros las personas? ¿Qué pasaría si la IA, a través de los contenidos que genera, influye en la opinión pública? ¿Qué le pasará a la historia de la humanidad que aún está por escribir si la IA se apodera de la cultura, las melodías, las leyes o las religiones?
¿Podría hoy la IA crear un pánico muy superior al que creó en 1938 Orson Welles emitiendo por la radio una supuesta invasión alienígena en Estados Unidos inspirada en el libro de H.G. Wells la Guerra de los mundos? ¿Nos la creeríamos?
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Emory en Estados Unidos y publicado por la revista Brain Connectivity asegura que el cerebro, cuando lee o escucha historias, puede estar creyendo que todo es verdad. Y las historias nos provocan cambios neuronales.
Según el psicólogo de la Universidad de York en Canadá Raymond Mar cuando la gente lee historias, rememora experiencias personales. Por tanto, las historias que se pueda inventar la IA pueden llevarnos a conectar con emociones y estados de ánimos concretos.
Quizás lo que puede salvar nuestra humanidad es conectar con la historia vivida y no dejar de contarnos historias para generar futuros posibles desde el pensamiento crítico y el activismo ciudadano
Si hasta ahora estábamos preocupados por las fake news, el hecho de que la IA pueda inventarse historias y sepa generar lenguaje va más allá. Nos podríamos encontrar que la IA puede crear un futuro a su antojo, influir sobre decisiones de temas éticos, sobre los derechos humanos o sobre decisiones políticas o incluso bélicas. Las máquinas aprenden a ser más humanas, a contar historias. Y nosotros... ¿cómo respondemos?
Quizás el oro de los próximos años sea el storytelling. Y quizás lo que puede salvar nuestra humanidad es conectar con la historia vivida y no dejar de contarnos historias para generar futuros posibles desde el pensamiento crítico y el activismo ciudadano. La abstención de la esfera pública no es una opción. Y ceder la agenda pública a la IA es seguro una mala solución. Como decía Joan Fuster, la política o la haces o te la hacen. Las historias también. No dejamos en el IA el dominio de la narrativa. Continuamos contándonos historias pensadas por y para seres humanos. ¿Cuál es tu historia?