Piense por un momento: qué cambia más rápidamente, su organización o el entorno donde esta compite? Si la respuesta es "mi organización", usted es un afortunado (o no ha analizado bastante el contexto). Si la respuesta es "el entorno", entonces tiene un problema de adaptación y de pérdida de competitividad .
Nunca como por ejemplo el entorno ha sido tan cambiante: la velocidad del cambio tecnológico, el apertura acelerada de mercados , la entrada de nuevos competidores, la disminución del tiempo de vida de los productos, servicios y de la propia estrategia, configuran un contexto de elevada incertidumbre… Para no hablar del ritmo de irrupción de acontecimientos inesperados (geopolíticos, macroeconómicos, sociales…) que impactan en nuestro proceso de toma de decisiones como empresarios y directivos.
Por eso, para adaptarnos sistemáticamente a un entorno dinámico y turbulent (alguien lo ha caracterizado de "hipercompetició") nos hacen falta mecanismos de inteligencia competitiva y de cambio permanente. Es decir, mecanismos de gestión sistemática de la innovación.
Una organización (una empresa) es un organismo vive que compite por recursos limitados en entornos de supervivencia y muerto. Exactamente igual que en un ecosistema biológico. Las leyes de la economía las podría haber escrito el mismo Darwin. Con dos diferencias: si el proceso de evolución y adaptación de las especies naturales tiene lapsos de tiempos de millones de años, las empresas tienen que adaptarse en cuestión de días a los cambios de su entorno. Y, si los organismos vivos mutan de forma aleatoria (no planifican su adaptación al medio), las empresas pueden hacerlo de forma inteligente: con innovación estratégica, flexibilidad operativa y talento emprendedor.