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La innovación y la regulación

27 de Enero de 2025
Gina Tost | VIA Empresa

Se dice que Estados Unidos innova, China fabrica, y Europa regula. Pero no estoy del todo de acuerdo con esta afirmación, y es que la regulación, la producción y la innovación no son polos opuestos. De hecho, hay más puntos en común de lo que podría parecer: todos regulan, innovan y fabrican; solo que cada uno lo hace a su manera. Y si algo tienen los tópicos, es que son demasiado simples para entender la realidad que suele ser mucho más compleja.

 

China: el paraíso de la regulación interna

La idea de que China fabrica sin más es una lectura superficial que no aguanta un análisis serio de alguien que conoce el país. Hablar de China como un gigante que únicamente produce es como decir que un móvil solo es bueno para hacer fotos: verdad a medias y una pérdida de oportunidades. China regula, y lo hace como nadie más. ¿La diferencia? Solo tienen que ponerse de acuerdo consigo mismos. No tienen 27 países, 23 idiomas oficiales (y si hay otros, les importa un bledo), y una Comisión en busca del consenso perfecto.

"Todos regulan, innovan y fabrican; solo que cada uno lo hace a su manera"

Los ejemplos de regulación china son inacabables: tienen normas draconianas para los productos que entran en su país (libros, películas, cosméticos...), controlan los horarios de ocio de los jóvenes basándose en criterios que combinan el PIB y las notas medias de las escuelas (¿en serio son capaces de imaginar algo así en Europa o en Catalunya?), censuran Internet hasta niveles dignos de un capítulo de Black Mirror, y regulan los micropagos de las apps con una precisión quirúrgica. Decir que China únicamente fabrica es como decir que un tiburón solo nada: olvida toda la resta de capacidades que lo hacen peligroso.

 

Estados Unidos: el reino de la regulación a la carta

Mientras tanto, Estados Unidos también regula, pero con un estilo propio: no le llaman “regulación”, le llaman “proteger la competencia” o “salvaguardar la libertad”. Un gran ejemplo es su cruzada contra TikTok. Mientras acusan a China de espionaje, la realidad es que están aplicando su propia versión del proteccionismo tecnológico. Sin hablar de su guerra por los semiconductores o el 5G, que es un festival de sanciones y subsidios disfrazado de patriotismo económico.

Allí, la regulación no es una discusión filosófica sobre derechos fundamentales: es una herramienta pragmática para asegurar que sus empresas no pierden pistonada en el mercado global. El mejor ejemplo es la gestión de los datos: si eres una empresa extranjera, te exigen cumplir con sus normas, mientras que sus tecnológicas se mueven con una libertad que haría envidiar incluso a la Isabel Díaz Ayuso.

Europa: el arte de complicarse la vida

Y ahora entremos en Europa, donde regular es casi un deporte nacional. Nadie toca nada si no está todo el mundo 100% de acuerdo. Si China es una dictadura normativa y Estados Unidos son unos genios del marketing, Europa es la capital del consenso eterno. ¿La diferencia? Nosotros no solo tenemos que decidir qué normas queremos: tenemos que poner de acuerdo a 27 países con prioridades, idiomas, problemáticas e historias diferentes. Es un milagro que aún hagamos algo bien.

"Nosotros no solo tenemos que decidir qué normas queremos: tenemos que poner de acuerdo a 27 países con prioridades, idiomas, problemáticas e historias diferentes"

El GDPR, por ejemplo, es un buen caso de éxito europeo. Pero ha sido tan exitoso que ahora cada notificación de cookies es un suplicio. Y esto es un reflejo del problema: Europa quiere regular para proteger, pero a menudo crea una burocracia que ahoga tanto a las empresas como a los ciudadanos. ¿Y por qué? Porque no hay un “gobierno central” que imponga criterios; todo es lento, pesado y, a menudo, incongruente. Sobre un PowerPoint parece que funcione, pero en la práctica nos lo hace todo mucho más difícil.

Una reflexión sobre las regulaciones

El problema de algunos discursos es que hacen trampas. Quizás no quieren que se regule la libertad de expresión, la experimentación en humanos de productos nocivos, los deepfakes, o la explotación reproductiva. O quizás no quieren que se regulen los alquileres... ay no, ¡que eso ya les va bien! Casualidad, solo quieren que no se regule lo que les interesa. Regular no es incompatible con innovar; de hecho, es una herramienta clave para proteger a los ciudadanos de los intereses individuales de un colectivo más vulnerable. Piensen en la regulación aeroespacial: que haya una de global ayuda a que las empresas pasen controles exhaustivos y haya pocas muertes en accidentes. A mí esta regulación me parece que no frena la innovación, y demuestra que se puede innovar y proteger los derechos fundamentales al mismo tiempo.

"Si queremos regular algo, que sea el inmovilismo burocrático"

Conclusión: el mundo no es tan simple

El mundo no se divide en bloques opuestos. China regula, innova y fabrica. Estados Unidos también. Y Europa hace lo que puede, que no es poco. Quizás es hora de dejar de pensar en compartimentos estancos y entender que, al final, todos los actores están intentando hacer lo mismo: mantenerse relevantes en un escenario global cada vez más competitivo. Innovar y regular no solo es posible, sino necesario. Si identificamos los problemas con inteligencia y actuamos con responsabilidad, podemos encontrar el equilibrio entre el progreso tecnológico y la protección de los derechos humanos. Este es el camino. No hacerlo, sencillamente, debería estar prohibido. Si queremos regular algo, que sea el inmovilismo burocrático.