En Barcelona y en toda su área metropolitana todavía somos poco conscientes del grave problema que ya tenemos en términos de contaminación atmosférica, básicamente por partículas en suspensión (PM) y óxido de nitrógeno (NOx). La situación de la ciudad y de su entorno metropolitano ya ha llamado la atención de las autoridades comunitarias en la medida que sobrepasamos de forma generalizada y demasiado frecuente los niveles de polución atmosférica admitidos.
De hecho, la Generalitat ha pedido una moratoria para alargar el 2015 el plazo para cumplir la normativa comunitaria en este ámbito y, si no se le otorga,habrá sanciones económicas. La situación de Madrid todavía es un poco peor, pero esto no nos puede servir de consuelo. Este problema todavía se hace más grave cuando la Organización Mundial de la Salud, a partir de numerosos estudios científicos contrastados, reconoce desde hace pocos meses que la contaminación ambiental es el principal riesgo ambiental para la salud y le otorga la responsabilidad de la muerte de siete millones de personas al año en todo el mundo.
En una ciudad que pretende ser un foco cada vez más relevante, no sólo de captación de turistas sino de talento y de emprendedors, la calidad de vida es una de las variables más relevantes para tener éxito en este propósito. La contaminación atmosférica, pues, acontece una amenaza real y creciendo para esta capacidad de atracción. Dado que la contaminación proviene en primer lugar del tránsito rodado, todas aquellas medidas que favorezcan la sustitución del vehículo de motor privado por los desplazamientos no motorizados o en transporte público, ayudarán a reducir esta contaminación. Evidentemente, la generalización de los vehículos eléctricos y, con menor medida, de los que funcionan con gas natural licuado (GNL), también ayudan a reducir esta contaminación –no la congestión-, siempre que la electricidad se genere de forma renovable. Pero aquí Cataluña está escasamente desarrollada.
Una de las otras grandes fuentes de contaminación es la construcción y las obras públicas, especialmente en cuanto a las partículas en suspensión. A pesar de que su incidencia se ha reducido debido a la crisis, en el momento de la reanudación habría que potenciar –especialmente al sector residencial, el más atrasado en este aspecto- la utilización de sistemas modulares integrales, que se fabrican en naves especialmente equipadas y que reducen la emisión de partículas a la obra, además de disminuir el tiempo de edificación y los ruidos y la congestión que las obras generan.
Finalmente, la otra gran fuente de contaminación atmosférica en Barcelona –entre un 20 y 30% del total, sobre todo en PM- proviene del puerto y de la generación de electricidad con motores de combustibles pesados que usan la mayoría de barcos, incluidos los cruceros.
La normativa europea ya prevé que de aquí un par de años los nuevos barcos que se construyan sean más eficientes energéticamente y menos contaminantes. Además, el Mediterráneo podría convertirse pronto -como ya lo son el Báltico y el mar norteño y el Caribe y la franja costera norteamericana-, en una zona ECA (Emisiones Control Area) con severas restricciones a los barcos que superen unos mínimos de impacto ambiental. Por lo tanto, desde el Puerto Autónomo de Barcelona además de procurar aumentar el tráfico de cruceros y de contenedores, habría que facilitar a los barcos que nos visitan alternativas energéticas no tan contaminantes y empezar a poner restricciones a aquellos que generan más contaminación.
Una vez más, pues, encontramos asociados los vectores ambientales no sólo con la salud y la calidad de vida, sino con la competitividad de nuestro territorio.