La economía del comportamiento: una revolución en la teoría económica?

25 de Enero de 2018

La economía, cuando yo la estudié, era una ciencia muy estructurada, donde los agentes se comportaban de forma racional, optimizaban su bienestar o su beneficio y, por arte del mercado (magia, quizás?), se llegaba a un equilibrio, o sea a un precio único en qué todo a la producción se compraba y vendía. Una maravilla!

Aun así, los académicos que trabajan en el que denominan la economía del comportamiento se cuestionan las premisas de la teoría clásica y destapan sus contradicciones: los consumidores no somos tan racionales como se espera de nosotros, ni tan consistentes. Estos economistas unen la psicología a la economía y consiguen resultados fascinantes. Y, a juzgar por los premios Nobels conseguidos (una medida objetiva de evaluar su importancia), han tenido mucho éxito: Robert Shiller, George Akerlof, Daniel Kahneman, Elionor Norton, y, el último año, Richard Thaler, son todos unos defensores del estudio del comportamiento de los consumidores y de las empresas.

Estudian temas que la teoría económica deja de banda por irrelevantes: los mercados secundarios con información incierta, llamados mercados de limones por el Akerloff; o lo porque no tenemos en cuenta los costes hundidos, o sea si hemos comprado una entrada aunque alguien nos diga que la obra es espantosavamos; o la aversión a la pérdida: nos cuesta mucho vender a pérdida; o el mismo hecho de dejar de hacer cosas que sabemos racionalmente que tenemos que hacer por pura pereza, como vender un activo o incluso cambiar de canal de la televisión. Y también nos enseñan que acostumbramos a tener sesgas muy grandes cuando tomamos decisiones: nos gusta hacer el que hace todo el mundo (status quo), el efecto del legado es muy importante (pedir más para vender que el que estarías dispuesto a pagar para comprarlo), o ignorar las probabilidades. Somos muy irracionales, la lista de las suyas sesgas en la toma de decisiones llega a 110, y hay de todos colores.

Estos nuevos economistas también quieren influir en la política económica, ayudar en los Gobiernos a tener éxito en sus propuestas: por ejemplo al conseguir que se ahorre más por la jubilación, que aumente el número de donantes de órganos, o que se elija subir por las escaleras del metro andando porque es más sano. Unas medidas que, a veces, se han leído como paternalistas pero que, como dice el último premio Nobel, Richard Thaler, son también liberales y en beneficio del individuo.

"Los nuevos economistas también quieren influir en la política económica, ayudar en los Gobiernos a tener éxito en sus propuestas"

Quizás quien más me gusta de todos ellos es Daniel Kaneman, que con su libro seminal, Pensamiento lento, pensamiento rápido, nos ha hecho cambiar el mecanismo de toma de decisiones, tanto las personales como las profesionales.

Los nuevos economistas utilizan herramientas prestadas otras disciplinas, y emulando los experimentos médicos hacen encuestas con estudiantes voluntarios, comprobando las suyas sesgas y sus comportamientos ante diferentes alternativas de inversión. Los interesa, también, el que se denomina experimentos naturales. Se piden, por ejemplo, hasta qué punto la riqueza de un país depende de sus gobernantes, y en este caso estudian los casos donde las cabezas se han muerto de repente y alguien no destinado en el liderazgo toma el poder; o bien el efecto de diferentes políticas sociales analizando países vecinos. Son investigadores imaginativos e innovadores.

Constatan que somos menos racionales del que creíamos y nos instan a ser más consistentes y cuidadosos en la toma de decisiones. En materia de inversión formulan consejos sensatos pero que muchos golpes no cumplimos: recomiendan invertir a largo plazo, no dejarse influir en cuanto a la otra gente, ahorrar mucho más del que nos parece necesario, estudiar las propuestas a pesar de que nos parecen fáciles, consultar estadísticas...

Con estas consideraciones sensatas y de sentido común han provocado una inversión de la economía. Todavía no han puesto en entredicho los grandes modelos de equilibrio general, pero ya nos están haciendo dudar de las hipótesis.