Soy de aquellas personas, de las cuales cada vez hay más, fuerza crítica con la Navidad. De hecho, soy bastante crítica con todo el hecho impuesto sin un sentido demasiado lógico y es porque pienso que tanto la alegría, como la celebración o el enojo tendrían que tener una
motivación y no una fecha en el calendario. Me explico.
En estas fechas navideñas y cuando se acerca el final de año, hay una serie de fenómenos que se producen de manera cíclica y sin demasiado sentido. Los enumero.
En primer lugar, aparece la prisa para cerrar
proyectos a 20 de diciembre. Y me pregunto, si un
proyecto no está maduro, hay que cerrarlo? Tiene ninguna importancia acabar el día 20, el día 28 o el 7 de enero? A las
empresas nos ponemos fechas psicológicas que nos presionan. Ciertamente, hay que poner fechas a todo, es el primer principio de la
organización eficiente, pero el que también hace falta es flexibilizar el calendario para que el desempeño de proyectos
no sea solamente una fecha al calendario sino un desempeño completo y maduro que tenga un recorrido correcto. Si somos responsables, hay que pensar que no perdemos el tiempo y nos atrasamos "porque sí". Además, se da el fenómeno "cajón": el
proyecto queda al cajón hasta el retorno y no se lo mira nadie. Tiene ningún sentido pues, entrar en una especie de carrera de fechas cuando con unos días más y con el relaxament de los días de fiesta, quizás las ideas hubieran fluido mejor?
Es evidente que hay fechas impuestas, como las
fechas contables, que no admiten atrasos, pero cuando hablamos de ideas, dos días más o una semana pueden marcar la diferencia entre un
proyecto bueno o un proyecto mediocre.
Otro fenómeno: el "buen rollo" navideño. Cuando en una
empresa hay conflictos es ilusorio pensar que por Nadal se desvanecen. Si queremos que el espíritu navideño sirva para algo a la
empresa, en lugar de hacer vermuts o cenas, hacemos una reflexión y pongámonos manso a la obra para solucionar los conflictos. Un
empleado que se siendo poco valorado o que tiene un conflicto con su cabeza no lo olvidará porque
haya una cena de Nadal. Seguramente, agradecerá mucho más sentar con su cabeza para mirar de encontrar una solución o para saber quépuede esperar.
El lote de Nadal. La dirección de la
empresa no se tiene que sentir obligada a regalar el lote de Nadal. Si una
empresa no puede cumplir con la tradición, sería bueno que lo explicara y aprovechara la ocasión para comunicar a sus
trabajadores el estado de la
empresa, que los hiciera partícipes. Por otro lado, conocéis ninguna
empresa que haya preguntado a sus
empleados si prefieren un lote o su equivalente en
dinero? Yo no. Y seguramente, algunos agradecerían la opción de elegir. Los lotes, como todos los regalos, tendrían que hacerse de corazón y si se puede. Cuando las relaciones entre las personas, a la
empresa y fuera, son maduras y equilibradas, los regalos no son de compromiso.
Más tópicos, los aires navideños menguan la rentabilidad.
Por qué? Hay ninguna razón para empezar a hacer fiesta antes de la fiesta? Si no hay la presión de cerrar
proyectos, se detecta un relaxament en
la productividad que hace prácticamente inoperante buena parte del mes de diciembre. Después vendrán las quejas de enero por
el trabajo atrasado... Vivimos en un sistema en que la planificación
es un concepto malentendido y que genera bastantes contradicciones: mientras unos corren y corren para llegar a la data tope, con los efectos ya comentados, otros bajan el ritmo y retoman la actividad con bastante mal humor por los atrasos provocados por su propia actitud.
Y pensaréis, por qué todas estas reflexiones? Pues porque en épocas como esta hagamos balance y estiércol planos para el nuevo año y difícilmente nos fijamos en estos fenómenos mencionados que reflejan la mala
organización por un lado, y los problemas de convivencia y los conflictos de la otra.
Por lo tanto, os invito a reflexionar sobre la Navidad
empresarial. Os invito a proyectar un nuevo
ejercicio empresarial teniendo en cuenta que los conflictos no se arreglan con un lote o una cena, que el
trabajo muy hecho requiere el tiempo y marco adecuados y que nos tenemos que autoeducar en
la rentabilidad constante. La Navidad no tiene que ser una excusa para pasar página, porque las cosas no se arreglan suelas. La Navidad tiene que ser la
oportunidad para reflexionar sobre aquello que no funciona y para lograr el
compromiso de enmendarlo.