El año 1930,
John Maynard Keynes escribió un breve ensayo titulado
Las posibilidades económicas de nuestros nietos. A pesar de que esta pieza fue escrita en un mundo sumido en el primer año de una depresión sin precedentes, Keynes fue capaz de desplegar en sus páginas las alas de la imaginación.
Una imaginación ni fantasiosa ni utópica. Ben al contrario. Una realidad imaginada que creía posible, -en el 2030 para ser más exactos-, siempre que la humanidad fuera capaz de hacer
los ajustes necesarios a una realidad económica que parecía haber cogido vida por sí misma alejándose la finalidad para la cual fue creada: conseguir el bienestar general de la especie humana.
En este ensayo Keynes escribe literalmente que cree en "una humanidad que volverá a ser capaz de valorar las finalidades por encima de los medios y de preferir el que es bueno al que es útil". Leí este ensayo en mis años universitarios. Y hoyleo una referencia en el ensayo de 2013
La utilidad del inútil (Acantilado, Cuadernos Quema), de Nuccio
Ordine. Ordine sostiene que la utilidad de aquello inútil está a hacernos realmente humanos. Dedo en sus propias palabras: "En los pliegues de las actividades consideradas superfluas podemos percibir los estímulos para pensar un mundo mejor y transformar una vida plana, una no-vida, en una vida fluida y dinámica, una vida orientada por la curiosidad respecto al espíritu y las cosas humanas".
Y sí, siempre ha sido vital, y hoy es urgente, que tanto como individuos como especie humana, recuperamos la curiosidad y el amor por las cosas humanas. Vivimos un momento de inflexión en el cual
tanto las empresas como las personas podemos revertir este camino mecánico, -por no humano-, que ha tomado la economía en los últimos años.
Gracias sobre todo al advenimiento de Internet,
la transparencia se ha impuesto tanto en el sector público como en el privado.Y las persones clientes-consumidores, empoderats y organizados, escogemos comprar a empresas que nos entreguen contenidos auténticos y que nos hagan vivir experiencias auténticas; experiencias que, sean fantasías o sean reales, hayan sido diseñadas desde la autenticidad, desde el deseo verdadero de dignificarnos en nuestra individualidad y también desde el deseo verdadero de, usando de nuevo las palabras de Ordine en su Manifiesto, "hacernos recuperar la curiosidad y el amor por las cosas humanas".
Las empresas que triunfan hoy son las empresas que tienen como misión verdadera -y no solamente como misión práctica-, la satisfacción profunda del cliente. Yo me atrevo a decir que cuanto más humana sea la necesidad satisfecha -o cuando menos, la manera de satisfacerla-, más posibilitados tienen la empresa y el cliente de conseguir sus respectivos objetivos: la empresa, vender, y el cliente, satisfacer su necesidad sintiéndose bien como persona que mira por su bienestar y el de su entorno social y ambiental.