En cuestión de muy pocos años hemos pasado de no saber qué era "la nube de Internet" a tener prácticamente toda nuestra vida colgada a la red. Primero fue el web Mail. Después llegó el Dropbox, y los lápices de memoria fueron quedando arrinconados o perdidos ve a saber dónde. Para no hablar de los disquetes, que los adolescentes de 14 años ya no saben ni qué eran. A nadie ya no lo asusta tener las fotos, los vídeos o cualquier documento privado subido a la nube de una red cada vez más omnipresente y sobreïxent de información.
Esta progresión ha seguido avanzando, inexorable, hasta llegar a un concepto que escuché hace unos días y me llamó poderosamente la atención: la "nube humana". Es el neologismo que ahora se utiliza para hablar de las nuevas formas de tele-trabajo cada vez más habituales. Una evolución del "outsourcing" hacia las micro-trabajos (y no tanto "micro") con proveedores globales que trabajan bajo demanda y, a menudo, a precios muy competitivos.
Las empresas pueden tener todo su "talento humano" al ciberespacio, a la nube, y dar trabajo a personas que, desde el bar del lado, o desde la otra punta del mundo, se encargan de todo tipo de tareas. No sólo hablamos de programadores e informáticos: contables, diseñadores gráficos, traductores, arquitectos... Si se puede enviar por Internet, se puede contratar a la nube. Sin compromisos, ni sindicatos, ni convenios colectivos. Para millones de trabajadores, la nube humana abre grandes oportunidades de conseguir trabajos y encargos y muchos pueden convertirlo en su fuente principal de ingresos, más o menos estables. A las empresas los permite diversificar su abanico de proveedores y conseguir resultados en tiempos récord. Tener programadores en la India permite, por ejemplo, que el problema informático o la actualización de una web que encargamos ayer al atardecer esté resuelto cuando volvemos a la oficina de buena mañana. Fácil, rápido, y a menudo con precios pactados en un tipo de subasta a la baja, y con trabajadores acreditados con la evaluación de los trabajos hechos previamente.
Sobre el papel, la llamada "internacionalización del talento" sería la solución perfecta a la carencia de trabajadores cualificados. Pero no todo son ventajas. Del mismo modo que podemos tener nuestras suspicacias y temores por la seguridad y privacitat de los ficheros que subimos a la nube, estas nuevas formas de "contratación" también presentan sus puntos más oscuros. En qué condiciones trabajan estos freelance? Pagan impuestos o tienen algún tipo de Seguridad Social? La nube los da más oportunidades, o se convierte en un mercado de competencia feroz que bastante los precios a la baja, hasta llegar a la explotación laboral?
Sea como fuere, está claro que la nube ha llegado, también, a las relaciones laborales, y ha llegado para cambiar el estatus quo del mismo modo disruptiva que ya cambió ámbitos tan varios como el consumo de música, las agencias de viaje o el mundo de los taxis. Ahora podemos elegir si escondemos la cabeza como la avestruz o si aceptamos esta nueva realidad y conseguimos que el precio a pagar por estas nuevas oportunidades de trabajo no vayan en detrimento de la calidad de las condiciones laborales.