Finalmente ya tenemos sobre la mesa los proyectos de la tan "reforma fiscal". En mi opinión, esto no es una verdadera "reforma fiscal", sino que es una serie de modificaciones de las leyes actuales basados en dos ideas generales: una parte corresponde a la decisión política de hacer una supuesta rebaja de impuestos (hay que ver exactamente su alcance) en uno, casualmente, año electoral, y por otra banda una serie de modificaciones que podríamos denominar técnicas, para mejorar redacciones y resolver algunos (y reitero en el término "algunos") de los muchos problemas interpretativos que hoy tenemos en la legislación tributaria.
También se cierto que en medio de todas estas modificaciones perdemos, como contribuyentes, unos cuántos derechos (por ejemplo la prescripción de los ejercicios en pérdidas) que habrá que valorar su alcance real.
Pero estos cambios no dejarán de ser unos nuevos "parches", algunos seguramente benintencionats, a un sistema tributario con unos defectos de origen que no se corrigen.
Tenemos un sistema basado en la desconfianza de la Administración Tributaria verso su administrado, que comporta una sensación generalizada de persecución permanente por parte de la inmensa mayoría de contribuyentes que pretendiendo hacer "las cosas correctamente", se sienten continuamente agredidos por una Administración que los sigue viendo como "presuntos" culpables.
Tenemos un sistema que provoca un choque permanente entre los contribuyentes censados y por lo tanto controlados, por temas de gestión, interpretación, opinión, estimación... Todo esto comporta un incremento de la conflictividad que comporta un incremento de costes importantes, tanto por la Administración como por el Administrado. Sólo hay que tener en cuenta que el 60% de las reclamaciones que actualmente hay en el Tribunal Económico Administrativo son por reclamaciones de gestión y por cantidades inferiores a los 6.000 euros.
El que quiero decir con todo esto es que, sin depreciar ninguna reforma que mejore los textos legales y la normativa tributaria, la auténtica reforma tiene que basarse en términos de modelo y de organización. Sin esta verdadera reforma todo seguirá igual.
Y una última reflexión. El que legitima el ingreso tributario es la correcta gestión del gasto público. Mientras nohaya transparencia y responsabilidad por parte de los gestores del gasto público, será difícil poder hacer apelaciones a la responsabilidad de los contribuyentes que, a pesar de todo, han dado muestras más que evidentes de su mayoritaria honestidad. No olvidamos que el 95% de los ingresos tributarios lo sueno por el sistema de autoliquidación.