Estamos dejando la crisis última nuestro, o esto dicen los indicadores que a veces salen para iluminarnos en este desigual mundo de las estadísticas. El cierto es que si biencontinúa habiendo un índice de paro esfereïdor y sectores de la población en situación crítica, parece que la parte más dura de la crisis ha pasado.
Y todo va a mejor porque difícilmente podía ir a peor y porque hay demasiadas empresas que quieren que esto rutlli y, cuando hay voluntad de hacer las cosas, las cosas salen. Es una realidad tan vieja como el mismo mundo, tanto el económico como el otro. Se llama voluntad, y tiene mucha fuerza.
Pero precisamente porque parece haber luz al final del túnel -a pesar de que nunca vuelva a ser la luminaria artificial puesta en marcha antes de la crisis-, hay que pensar también en que seha hecho del hecho tan repetido en años de bajada continúa: la crisis de confianza.
La confianza ha quedado malograda y no volverá a ser la que era. Sería un milagro que de golpe los medios dejaran de hablar de gente que ha traicionado aquello que defendía. Y es en este contexto de globalidad, nuevas tecnologías, criterio cada vez más amplio de los clientes y una enorme competencia, en el que la fidelidad a las marcas es más deseada y valiosa.
La confianza, como la voluntad, acontece clave. Porque si una marca puede generarla con sus hechos, con el desempeño de las prometidas, la imagen que proyecta y el valor añadido que propone, sobrevivirá a un nuevo contexto donde el recuerdo de la crisis formará ya parte del mercado, sobrevolando este nuevo escenario, tanto convulso como reptador.
Según Stephen Hawking, la empatía es la clave porque el mundo funcione. Esto, en el mundo de las marcas es conseguir que estas se pongan en el lugar del cliente, y esta –Hawking tiene razón, como siempre- es la clave porque todo el mundogana, la empresa y el cliente. Ahoratenemos las herramientas, experiencia y conocimientos para hacerlo. La empatía, una cosa tan humana como poco frecuente.
Al final lo teníamos delante y no lo vemos: voluntad, confianza y empatía. No hacía falta nada más, ni nada menos.