La Administración ha legislado en mayor o menor medida sobre la seguridad a los lugaresde trebal l. La consecuencia ha sido una mayor concienciación tanto de las empresas como de los trabajadores, pero desgraciadamente todavía no se ha puesto fin a la lacra que representan a los accidentes de trabajo. Teniendo en cuenta que los datos que se dispone corresponden a aquellos accidentes que están debidamente registrados y que permiten hacer estadísticas por zonas geográficas y por sectores productivos, mostrando una radiografía bastante exacto de la problemática y de sus efectos.
En este campo se ha avanzado mucho, pero todavía es evidente que no bastante. Despacio las actuaciones de los profesionales, muchas veces invisibles a los ojos de la mayoría, van tirando trabajo. Se podría comparar su tarea con la cual llevan a cabo las hormigas, que primero envían las exploradoras para encontrar el alimento (el trabajo de campo del técnico prevención) y un golpe descubierto, se organiza la fila (planificación preventiva) para traerlo a buen puerto a la madriguera (lograr cero accidentes). La corrua de hormigas es lenta pero compacta y continua, actuando todas en una, con un sentido colectivo sin fisuras, hecho que las puerta a lograr el éxito final, que no es nada más que asegurar que toda la colonia podrá resistir el invierno con la despensa llena. Así se podría decir que es el trabajo de los técnicos de prevención.
Todo este progreso ha tenido lugar en el ámbito laboral, pero en cambio no se ha avanzado mucho en el particular. Queda claro que no se puede legislar sobre prevención de riesgos en el ámbito doméstico, tampoco se pueden poner sanciones, no hay empresas a quién responsabilizar. Ni un cuerpo de inspección o policial bastante grande para ir casa por casa para comprobar que se adopten todas las medidas que hacen falta para no sufrir un accidente. Pero si los accidentes laborales tienen un coste social elevado, los que pasan en la esfera privada no son nada despreciables. Tampoco se tiene que olvidar que un accidente al ámbito doméstico o privado puede provocar una ausencia al puesto de trabajo. Una caída en un fin de semana que comporte una rotura de una pierna hará que el lunes el trabajador sea baja al trabajo, con el consecuente coste por la empresa y social.
Si no se puede legislar, ni sancionar, ni inspeccionar, que se puede hacer? Pues una cosa muy simple que se resume en una sola palabra: formación.
"Los accidentes laborales tienen un coste social elevado"
De entrada, todos los partidos políticos tendrían que ir todos a una para redactar planes formativos en que se incluyan asignaturas sobre prevención de riesgos. Esta formación tendría que empezar en los ciclos iniciales y tendría que seguir en todas las etapas posteriores, que posteriormente enlazarían con la formación que se ofrece a las empresas, y finalizaría con una formación específica para la tercera edad, que se podría ofrecer en casales y centros de gente mayor.
Muchas de las actividades que echamos del trabajo, creemos que no tienen ningún riesgo. Por ejemplo, clavar un cuadro, a pesar de que puede parecer una tarea sencilla comporta una serie de riesgos: caídas a diferente nivel, golpes, irritación de los ojos, riesgo eléctrico, etc., puesto que para hacerlo nos ensartamos arriba de una escalera o una silla, nos pueden caer objetos, nos puede entrar polvo a los ojos, manipulamos herramientas... Actividades tan simples como ir a andar puede comportar riesgo de caída, lesiones musculares, etc. Ya no hablamos de la práctica de deportes, que sin ser de riesgo, tambiéncomportan. Y actividades cotidianas como planchar, colgar una camisa a un armario, rozar, lavar platos, cocinar... comportan riesgos de accidentes domésticos. La suerte es que todos se pueden evitar toman las medidas adecuadas.
Cuando hacía cursos de técnico de prevención, uno de nuestros profesores tenía una máxima: los accidentes siempre se pueden evitar. La mayoría de nosotros no lo teníamos tanto claro. Decíamos que la suerte, y los infortunios, algodeben de tener que ver, no? Pues no, la suerte se la hace un mismo y el infortunio es el producto de nuestros errores. Un accidente es el resultado de una acción incorrecta, de un error, de la improvisación, de una distracción, de una omisión... no es cuestión de suerte o no.
Los humanos cometemos equivocaciones que pueden perjudicar los otros o a nosotros mismos y su efecto es un accidente: leve, grave o mortal. Pero los humanos tenemos una arma poderosa contra los accidentes, la formación. Formamos adecuadamente a nuestros hijos, hacemos campañas adecuadas por los adultos y al fin conseguiremos el anhélate objetivo de accidentes cero. Quizás parece una utopía pero tenemos en nuestras manos hacer que sea realidad.
Un accidente es el resultado de una acción incorrecta, de un error, de la improvisación, de una distracción, de una omisión... no es cuestión de suerte o no