España -Catalunya con ella- vive un momento de euforia económica. Parece que crecemos más que la media europea -que es la que nos envía el dinero para crecer más que ellos-. Todo el mundo está exaltado. Yo no. Parece como si nadie hubiera leído a Galbraith, especialmente su libro Breve historia de la euforia financiera. Y es que los errores económicos más grandes se cometen en estos momentos: los de euforia.
A menudo me dedico a denunciar la creación de puestos de trabajo de baja calidad que tiene lugar en Catalunya en los últimos decenios. Este fin de semana he podido contrastar mis sospechas con un caso real, que está teniendo lugar ahora mismo. Hablo con un conocido de una población de comarcas que tiene unos 7.000 habitantes. Este amigo es un hombre inquieto, tiene un pequeño negocio. Y me explica un hecho que es paradigmático. "Resulta que una de las empresas que están instaladas en el polígono quiere ampliarse para hacer una actividad nueva: empaquetar productos cárnicos. El pueblo está en contra. Nos hemos reunido con el alcalde para insistir. Varias veces. No hay manera", me dice.
Cualquiera de ustedes se preguntará: ¿cómo es que el pueblo se opone a la ampliación de una empresa que llevará a cabo un incremento de actividad que no contamina y que, en principio, tiene que aportar riqueza? Muy fácil. "Dicen que se crearán alrededor de un centenar de puestos de trabajo, pero los hemos analizado y hemos observado que, dadas las características del negocio, de gente del pueblo que pueda ir a trabajar, solo serán cuatro", me contesta el conocido. Le pregunto por qué. "Muy fácil. En el pueblo no hay parados. Y la casi totalidad de los puestos de trabajo que se crearán en esta nueva planta serán de bajísima calidad y, por lo tanto, tendrá que venir gente de fuera para cubrirlos. Además, como se pagan tan mal, serán cubiertos por inmigrantes que después tienen que vivir en un tipo de pisos patera". Pienso que tiene razón. "¡Todo es un sinsentido!".
"Este es el problema que viene sufriendo Catalunya desde el principio del milenio: creamos puestos de trabajo para gente que no está. El efecto es perverso"
Este es el problema que viene sufriendo Catalunya desde el principio del milenio: creamos puestos de trabajo para gente que no está. El efecto es perverso. El empresario crea puestos de trabajo practicando el dumping social. Como hay inmigración dispuesta a aceptar salarios miserables, estos puestos de trabajo fuerzan a la baja los salarios medios del país. Desde una óptica empresarial parece lógico: si un trabajador inmigrante acepta cobrar 70 por un puesto de trabajo por el que los locales le piden 100, ¿por qué no lo tiene que contratar? Pero todavía hay más: si el área geográfica tiene pleno empleo, ¿por qué se quieren crear más puestos de trabajo? Esta segunda paradoja solo sería aceptable si los lugares que se crean fueran de más alta calidad e impulsaran a una mejora en la calidad de vida de los ciudadanos. Somos los mismos, pero nos ganamos mejor la vida.
No me cansaré de repetirlo. Lo que me comenta este amigo no es un problema que pueda resolver la microeconomía. Solo lo pueden resolver los gobernantes utilizando las herramientas que tienen. El ayuntamiento, para empezar, podría bloquear determinadas actividades que no aportan riqueza o un incremento real del PIB per cápita. O castigarlas con impuestos especiales. Y el Govern de la Generalitattendría que penar -por ejemplo, aumentar impuestos- o premiar -por ejemplo establecer subvenciones o exenciones de impuestos- la instalación de empresas que menguan el PIB per cápita.
Ya llevamos con estas prácticas más de veinte años, y nuestros gobernantes no actúan -parece como si ni se lo hubieran planteado-. Las consecuencias son claras y las cifras cantan. Se acostumbra a decir que el hecho es difícil de gestionar. Pero algunos lo han hecho.
Empezamos el milenio con una renta per cápita similar a la del País Vasco. Lo acabamos con una renta per cápita que es casi un 10% inferior. Determinados economistas catalanes ya han empezado a denunciar aquello que hasta ahora era tabú: no sirve de nada crecer si la renta per cápita no acompaña. Y la causa es la creación de puestos de trabajo de baja calidad y, por lo tanto, poco remunerados. ¿A que no es difícil de entender?
Mientras, el Col·legi d'Economistes ni pío. Todo resulta muy intrigante.