Por una misión de país por la electrificación

01 de Julio de 2024
Daniel Pérez

La brillante economista italiana Marianna Mazzucato ha hecho bandera del concepto de misión de país, considerado como una asociación entre el sector público y el privado para resolver alguno de los grandes retos de la sociedad. El programa espacial Apolo en los años 60 es un ejemplo clásico de misión de país, cuyo objetivo era poner a un humano en la Luna, e implicaba solucionar decenas de problemas técnicos de altísima complejidad. El éxito solo fue posible con una colaboración público-privada por un propósito común, y contó con buenas dosis de innovación, fracaso y experimentación, todo enfocado en la consecución de un objetivo colectivo. En aquel caso, el telón de fondo era la carrera espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para ver quién era el primero en poner el pie en la Luna.

El contexto actual ya no es el de una lucha entre dos países por salir antes del Planeta, sino una lucha colectiva para salvarlo. No competimos entre nosotros, sino contra el tiempo. Para afrontarlo necesitamos hacer muchas acciones de diferente tipo, y una de ellas es cambiar radicalmente la manera en que generamos y consumimos energía, sector responsable de más de un tercio de las emisiones que causan la emergencia climática. Actualmente menos de un tercio de la energía que consumimos en el mundo es eléctrica (el resto es gas y petróleo), y de esta, solo el 30% es de origen renovable. Sin embargo, se prevé que este porcentaje aumente sustancialmente en los próximos años, y que para 2050 la mayoría de la energía eléctrica se cubra con fuentes renovables. Tecnológicamente, ya no hay duda de que así será, y los países se comprometieron en la última cumbre del clima (COP28) a triplicar la cuota de renovables para 2030.

"El sector de la energía es responsable de más de un tercio de las emisiones que causan la emergencia climática"

El gran problema es que esta descarbonización de la electricidad solo afectará, si no hacemos nada más, a un tercio de todo el pastel energético. Y el gran reto energético, y quizás no tan conocido como las renovables, es conseguir que este impacto sea mucho mayor, electrificando el máximo de consumos posible. Cambiar la proporción actual de 1/3 eléctrico versus 2/3 fósil por otra de al menos 2/3 eléctricos versus 1/3 fósil. Esto afecta a múltiples sectores empresariales, a la ciudadanía y al sector público, y requiere innovación, estrategia, audacia y liderazgo. Reúne todos los ingredientes para convertirse en una misión de país que apueste por electrificar los consumos energéticos, de forma que podamos descarbonizar el sector energético, y de paso extender la ventaja competitiva que supone tener la energía más barata de Europa, gracias a contar con centrales renovables que disfrutan de rendimientos superiores a las del norte de Europa, por disponer de mayores niveles de radiación solar. ¿Y en qué ámbitos debemos actuar? Pues en los hogares, las industrias y las carreteras.

Un tercio de los hogares, además de tener electricidad, están conectados también a la red de gas, normalmente para cubrir consumos térmicos como calefacción y agua caliente sanitaria, así como, en algunos casos, también los de la cocina. Hoy día existen soluciones más eficientes, como la bomba de calor, que permiten, sin perder confort, cubrir estos consumos con energía eléctrica, principalmente gracias a la aerotermia o, donde sea posible, la geotermia. El gran reto de la aerotermia es su elevado coste de inversión (unos 10.000 euros después de las ayudas), que hace que mucha gente alargue al máximo la vida útil de la caldera de gas que ya tienen. Una vez en funcionamiento, es más barato y menos volátil calentar la casa con electricidad que con gas, pero la inversión inicial puede desanimar a la gente.

En Europa se está haciendo una apuesta decidida, con un objetivo de 60 millones de unidades instaladas para 2030. Actualmente llevamos 23 millones, destacando países como Alemania, que solo en 2023 instaló más de 430.000 unidades. Por tanto, dentro de la misión de país de electrificación, hay que incluir un plan de acción para eliminar las calderas de gas en edificios públicos y en hogares, dedicando recursos económicos a ayudar a la compra de las bombas de calor, agilizando tramitaciones y ayudas para la aerotermia, así como llegando a acuerdos con los fabricantes para bajar precios a cambio de un aumento de volumen de ventas, y asegurando que una parte de los equipos se puedan producir en nuevas fábricas en Europa.

"Dentro de la misión de país de electrificación, hay que incluir un plan de acción para eliminar las calderas de gas en edificios públicos y en hogares"

El segundo pilar de la electrificación es el de la industria, y en concreto el de sus usos térmicos. Para transformar materiales en productos finales, sectores como el cemento, el aluminio o el químico necesitan grandes volúmenes de calor, y este calor es obtenido mayoritariamente a partir de la quema de gas natural. Es necesario un pacto público-privado entre regulador e industria, para eliminar, sector tras sector, todos los consumos de gas natural posibles, sustituyéndolos por electricidad, y donde no sea técnicamente posible, al menos cambiar al biogás. Por suerte, el progreso tecnológico está siendo espectacular, y cada vez hay más consumos que pasan de no electrificables a electrificables. Hay que destacar los avances del sector químico, donde destaca la alemana BASF; las nuevas técnicas ideadas por la Universidad de Cambridge para producir cemento de manera sostenible con hornos eléctricos; los múltiples proyectos para descarbonizar el acero como el de Rio Tinto, BHP i Blue Scope; y por supuesto, en nuestro país, el proyecto de Roca Sanitaris para poner hornos eléctricos en sus fábricas. Si todas estas iniciativas son dotadas de un relato, una implantación sistemática y los incentivos adecuados, se estará consiguiendo atacar al principal consumo de gas del país, reduciendo, por tanto, las emisiones de manera muy eficaz.

El último pilar del edificio de la electrificación es el de la movilidad, actualmente dominada por el petróleo. En transporte, la electricidad se ha limitado tradicionalmente a los raíles y el reto que tiene ahora es conquistar el mundo sobre ruedas: patinetes, bicicletas, motos, coches, tractores, camiones y autobuses. La solución tecnológica ya está ahí, incluso para el transporte pesado y de mayor distancia. Los sectores de movilidad ligera como patinetes y bicicletas ya son mayoritariamente eléctricos. Pero hace falta una actuación conjunta y decidida en favor de la electrificación integral del transporte: ayuntamientos que busquen y faciliten espacios para los cargadores; compañías eléctricas que refuercen la red donde se puedan ubicar grandes centros de carga; empresas promotoras de cargadores que realicen las inversiones; fabricantes que consigan mejores precios con la perspectiva de mayor volumen de producción y que dejen de vender cuanto antes vehículos sucios; concesionarios que formen debidamente a sus comerciales y los incentiven a orientarse hacia el eléctrico; tarifas de aparcamientos y peajes que discriminen de forma positiva en favor de los vehículos verdaderamente limpios (espóiler: ¡los híbridos no lo son!); empresas de logística que cambien sus vehículos por eléctricos de forma acelerada; estados que planifiquen y otorguen transparencia al proceso de implantación de los puntos de recarga, y que donde no lleguen los privados, inviertan ellos; autoridades de carreteras que señalicen debidamente los puntos de recarga a lo largo de todas las rutas; y empresas tecnológicas que permitan la interoperabilidad entre los diferentes puntos de recarga y faciliten el pago con tarjeta bancaria o incluso con Bizum. Y una vez se electrifique el transporte por carretera, habrá que atacar el transporte marítimo, donde se están produciendo algunos avances prometedores, y el transporte aéreo, donde hay que estar atentos a la evolución técnica de los próximos meses para ver cuál acaba siendo la solución definitiva.

En definitiva, la electrificación, como misión de país, debe convertirse en un destino hacia el cual enfocar un gran número de acciones en sectores muy diversos, siempre bajo un objetivo unificado de electrificar la economía como garantía del éxito en la lucha contra el cambio climático, y, de rebote, de mejora de la competitividad, ya que no hay energía más barata que la electricidad generada con fuentes renovables. Si pudimos llegar a la Luna, seguro que podemos electrificar la gran mayoría de consumos térmicos, incluso los de las naves espaciales.