En varios artículos anteriores he mencionado la conveniencia de que Catalunya haga una apuesta clara por la industria agroalimentaria. Las razones son diversas. Tenemos una cierta tradición industrial (todavía no la hemos desmontado del todo en favor del turismo), los productos que genera la agricultura son buenos (tenemos la suerte de formar parte del clima mediterráneo), la tradición culinaria es buena (aunque va de bajada gracias a nuestra vocación autodestructiva). A menudo acostumbro a equiparar nuestro conjunto económico con el de determinadas regiones del norte de Italia -exceptuando la Lombardía, que se asemeja más a un länd alemán-. Nosotros podríamos ser como el Piamonte,la Emilia-Romaña o la Toscana en cuanto al sector agroalimentario.
Pero resulta que no lo somos. Ignoraba exactamente el porqué, aunque lo empiezo a entrever: no nos da la gana. De la escenificación se ha encargado el presidente de la Generalitat en este acto pseudofolklórico de la Fiesta del Primer Aceite de Jaén. Ha venido a decirnos una cosa que ya sabíamos: la diferenciación regional que existe en Italia e incluso en Francia, aquí no tiene cabida. El cava es una DO española (Freixenet puede hacer cava con mosto de la Mancha) y de aceite solo hay uno: el español. Y este último dominado por Andalucía. Pero no es exactamente esto de lo que quería hablarles, aunque está ligado.
Este columnista se ha criado en el Camp de Tarragona y, por lo tanto, está tocado de una cierta subjetividad gastronómica. Una de estas subjetividades consiste en pensar que las avellanas que conocemos como "avellanas de Reus" son mejores que las otras que rondan por nuestras tiendas. No soy el único. Cuando hablas con la gente, todo el mundo te dice que las avellanas de Reus son las mejores. Muy bien. Siendo así, ¿por qué no se encuentran en todos los supermercados? Yo he llegado a ver las falsificaciones más estrambóticas, como por ejemplo avellanas foráneas (probablemente turcas) tostadas con "leña de Catalunya". Todo bastante enmascarado para escondernos la realidad: las avellanas que se venden en nuestras tiendas no son del país.
Si pides explicaciones, como siempre, las excusas son de mal pagador. Y así como no tenemos trenes a patadas porque "somos un país montañoso", mientras que en Suiza el tren llega hasta la cocina de casa, resulta que nuestras avellanas son caras de producir y, por lo tanto, más vale dejarlo correr. Y sale a cuenta arrancar los avellanos.
"Hay una cosa que se llama productividad. Y precios. Y esto solo lo hace crecer la industrialización. Y su reconocimiento"
Pero resulta que estos días pasados he aprovechado para pararme en Alba, en el Piamonte, donde, por cierto, hacían la fiesta de la trufa. Si ustedes, por cualquier razón, necesitan alguna vez un subproducto de la avellana -por ejemplo, pasta para hacer helados, o pasteles, etc.- siempre irán a parar a un producto de una industria piamontesa. Porque allí -y aquí empieza el misterio- las avellanas les salen por las orejas. Las avellanas se venden en todas partes. A veces en bolsas de varios kilos en el supermercado. Si pasean por los campos piamonteses observarán que, además de las viñas, las plantaciones de avellanos constituyen la tónica. Y no solo esto, sino que se están plantando nuevos por todas partes. ¡Increíble! O sea, la avellana les sale por anticipado.
¿Es más barata la mano de obra del Piamonte que la catalana? No, seguro. Pero hay una cosa que se llama productividad. Y precios. Y esto solo lo hace crecer la industrialización. Y su reconocimiento. Que este sea un hecho aceptado por todo el mundo. ¿Que no se lo creen? El centro de Alba solo tiene dos grandes plazas unidas por la Vía Vittorio Emanuele. Una es la Piazza del Duomo. La otra es la Piazza Michele Ferrero.
Nota: En el año 2023, el grupo Ferrero, domiciliado y fundado en Alba en 1942, facturó 17.000 millones de euros.