Office Space es una de mis películas de cabecera. Creada, escrita y dirigida por Mike Judge en 1999 y protagonizada por Roy Livingston y Jennifer Aniston, es una comedia negra estadounidense ambientada en el entorno corporativo de Initech, una empresa tecnológica. Judge es el creador de la serie de dibujos animados para adultos Beavis and Butthead y quien en 2014 dirigiría la serie Silicon Valley años después con el mismo espíritu aplicado al mundo tecnológico del valle que lleva el nombre de la serie (como diría el poeta).
La película me marcó porque la vi en estreno en EE. UU. precisamente cuando trabajaba en un entorno corporativo de una empresa tecnológica: IBM.
Aunque la película no tuvo un gran éxito de taquilla en el momento de su lanzamiento —aquí se tradujo como Trabajo Basura!— con los años ha ido ganando popularidad y se ha convertido en una obra de culto, especialmente entre los trabajadores de las tecnologías de la información.
Una de las escenas más memorables es la de las entrevistas con los consultores Bob Slydell y Bob Porter, conocidos como "los Bobs". Estos consultores son contratados por la empresa para evaluar el rendimiento de cada empleado e identificar posibles despidos con el objetivo de reducir costos.
En las entrevistas, los Bobs preguntan a los empleados sobre sus responsabilidades laborales y sobre qué han hecho de bueno últimamente por la empresa. En las conversaciones se ve la desconexión entre consultores y trabajadores, la falta de conocimiento real del negocio y del trabajo que hacen los empleados que han de evaluar. A pesar de todo, tomaban decisiones sobre quién se quedaba y quién se iba.
Si Office Space se demostró premonitoria por lo que pasaría en Silicon Valley veinte años después —generó una serie, disponible en HBO—, lo que pasa en 2025 en Washington le otorga la categoría de profética.
"Las formas demuestran que, a diferencia de Office Space, esto va de eficiencia, de ahorro de costos o de innovación; va de poder"
Elon Musk, jefe del autodenominado DOGE, departamento de eficiencia gubernamental, ha colocado ingenieros de confianza de sus empresas a evaluar el trabajo de trabajadores públicos del gobierno federal de EE. UU. Ingenieros que van de los 19 a los 24 años, inexpertos en gestión pública y por definición en la mayoría de cosas. En círculos tecnológicos y periodísticos se les conoce como los “minions de Musk”.
Uno de estos minions es Edward Coristine, de apenas 19 años. Un estudiante de primer año en la Northeastern University de Boston, Coristine representa el extremo más caricaturesco de lo que pasa en el DOGE. Su única experiencia profesional antes de llegar a un cargo de “experto” en la administración federal consiste en tres meses como pasante en Neuralink, empresa de Musk, y un trabajo en la empresa de palomitas LesserEvil (mal menor), dirigida por su padre. Coristine tuvo su momento de gloria al descifrar con IA unos antiguos escritos de la Villa dei Papiri carbonizados por el Vesubio en el año 79.
Según Wired, Coristine ha estado realizando llamadas con personal gubernamental en las que les hacía “repasar el código que habían escrito y justificar su trabajo”. La reacción de los trabajadores federales ha sido de pura perplejidad: “nadie sabía quién era, qué cargo ocupaba ni por qué tenía autoridad para evaluar su trabajo. No habían sido informados previamente de su participación en estas reuniones, y cuando intentaron aclarar su papel, la única respuesta era que Coristine era un experto”. Por instrucciones de Musk, a estos minions se les prohibió decir su apellido, de manera que los trabajadores públicos desconocían con quién estaban hablando.
Las formas demuestran que, a diferencia de Office Space, esto no va de eficiencia, de ahorro de costes o de innovación; va de poder. ¿Quién toma las decisiones? ¿Los funcionarios con conocimiento institucional, o un grupo de minions tech bros que usan nombres de usuario como @EdwardBigBaller (EdwardElGranTriunfador) en las redes sociales? Un caso claro de poder vicario de Elon Musk.
Gestionar una empresa de ingeniería no se parece mucho a gestionar una organización pública, especialmente una que deba dar servicio a un país de la envergadura de EE. UU. La empresa más grande del mundo es Walmart, con aproximadamente 2,1 millones de trabajadores. El gobierno federal de EE. UU. tiene alrededor de 3 millones, sin contar contratistas externos y personal militar activo. Por lo tanto, además de eso, la administración da servicio a todos sus administrados, que en el caso de EE. UU. son 335 millones; desde la seguridad social hasta el control del tráfico aéreo, pasando por su seguridad personal.
"Si el gobierno falla, los ciudadanos pierden prestaciones médicas, los trenes llegan tarde, los aeropuertos se colapsan y las instituciones del estado se desestabilizan"
Mientras que una empresa privada opera con el objetivo de maximizar beneficios y puede prescindir de departamentos completos si así lo considera, un gobierno no puede dejar de prestar servicios esenciales porque alguien decide que son ineficientes. Si una empresa tecnológica falla en su estrategia, puede pivotar o desaparecer. Si el gobierno falla, los ciudadanos pierden prestaciones médicas, los trenes llegan tarde, los aeropuertos se colapsan y las instituciones del estado se desestabilizan.
El error de percepción que lleva a Musk y sus ingenieros a creer que pueden aplicar la mentalidad siliconvalleana de “muévete rápido y rompe cosas” a la administración pública es exactamente lo que Office Space ya ridiculizaba hace más de 25 años: la creencia de que la burocracia se puede optimizar simplemente eliminando lo que se percibe como "ineficiente". Quizás en la empresa privada funcione, pero en el ámbito público hay "ineficiencias" que son fundamentales para la cohesión social.
"La diferencia con ahora es que cuando Musk y sus minions se lo hayan cargado todo ya no quedará papá estado para arreglar la rotura"
Los "Bobs" de aquel Office Space de 1999 son ahora jóvenes graduados sin experiencia gubernamental —ni de ningún tipo— que preguntan a los funcionarios de carrera: "¿Y usted, exactamente, qué es lo que hace aquí?". Mientras que Office Space ridiculizaba esta situación como una exageración de la realidad corporativa, ahora es la realidad misma quien parece una exageración.
El DOGE, con su nombre irónicamente inspirado en la criptomoneda meme Dogecoin promovida por Musk, es la culminación del ethos de Silicon Valley aplicado a la gobernanza: una mentalidad de "muévete rápido y rompe cosas". Hasta ahora ha funcionado: cuando ha salido bien ha generado grandes beneficios privados; cuando ha salido mal —externalidades negativas le llaman— se han socializado las pérdidas y papá estado ha acudido al rescate. La diferencia con ahora es que cuando Musk y sus minions se lo hayan cargado todo ya no quedará papá estado para arreglar la rotura.