Supongo que a estas alturas ya habéis visto (varios golpes) el último videoclip de OK Go. Su último éxito, The One Momento, lo colgaron hace una semana y ya acumula más de cinco millones de visualizaciones a YouTube y más de 18 a Facebook. Como cada medio año el ritual se repite. Empieza con un mensaje de algún amigo a las redes sociales tipos "OK Go lo ha vuelto a hacer" o "Parecía imposible superar el último vídeo" y acaba cuando lo compartimos antes de acabar de verlo.
Desde su primero gran éxito en 2006 con Here It Goes Again y una surrealista coreografía sobre cintas de correr los OK Go han bailado con 12 perros entrenados a White Knuckles, han hecho una gran máquina de Rube-Golberg sincronizada a This Too Shall Pass, han jugado con nuestra percepción visual a Writing's Donde TheWall , han hecho coreografías con monocicles eléctricos Honda a Y Won't Let You Down y volado a gravedad cero en un avión ruso de entrenamiento de cosmonautes todo cantante Upside Down & Inside Out.
A su último vídeo, The One Momento, el grupo de pop-rock de Chicago explora el fascinante mundo de la cámara lenta. Una habilidosa micro-coreografía de 4,2 segundos de duración, llena de efectos especiales y filmada a cámara ultraràpida se convierte en un vídeo de 4 minutos un golpe se visualiza a cámara lenta. El resultado final madriguera en aquel punto dulce donde se encuentran el arte y la tecnología.
OK Go ha sabido descodificar el lenguaje visual de YouTube y de aquí su éxito. Desconozco si es por pura intuición o gracias un equipo de análisis de tendencias y datos masivos pero han sabido encontrar aquello que interesa cada momento a YouTube: el primer éxito hecho con cuatro cintas de correr es un vídeo de "háztelo tú mismo", el de los perros es un vídeo de mascotas, la gigantesca máquina Rube-Golberg de c es una más de los millares que hay a YouTube, el de los monocicles eléctricos un reflejo de la fascinación por el Japón y su tecnología y finalmente el último es una aportación de calidad a las decenas de canales que hay dedicados a la cámara lenta. OK go es a la cultura visual de la generación YouTube el que Madonna es a la música pop de la generación MTV.
Más de 250 millones de vídeos ver han convertido los OK Go en unas superestrelles —las superestrelles— del videoclip musical a YouTube. Pero a pesar de ser el número uno en creatividad y uno de los más ver a YouTube los ingresos que los genera es en palabras de su mànager Jaime Kitman: "tan poca cosa por las visualizaciones que hemos hecho que diría que no es un modelo de negocio, es como pedir monedas a la calle".
Esta curiosa relación de amor odio con YouTube —sin YouTube no los conoceríamos— tocó su punto más bajo el 2010 con el lanzamiento de This Too Shall Pass, y la imposibilidad de incrustar el vídeo en blogs y webs de terceros. La discográfica se lo prohibió dado que si la visualización no se realizaba en el web de YouTube, los propietarios de los derechos no recibían los ingresos derivados de la publicidad. Los OK Go se vieron obligados a escribir una carta a sus fans que años antes los habían traído al estrellat compartiendo su primer vídeo por todas partes: "Nos encontramos en la situación de convencer nuestro propio sello de las ventajas que nuestros vídeos se puedan compartir de manera fácil. Es cómo si el mundo hubiera ido atrás", decía la carta.
Todo esto los ha ayudado a vender más discos? La respuesta corta es que sí, más de 600.000 en la última década. La larga es que 600.000 álbumes en una década no es para echar cohetes pero que gracias a la popularidad en la red pueden acceder a patrocinios, a licenciar su material y tecnología, y a trabajar con una libertad creativa que con una discográfica sería impensable. Los OK Go son conscientes que el negocio ya no es vender discos, que los discos se pueden descargar de balde y que el que no se puede descargar de balde es su creatividad y la tecnología que desarrollan para traerla a la práctica. En este sentido los OK Go se asemejan más a un laboratorio de tecnología que a un grupo de pop-rock tradicional.
Su último vídeo, The One Momento, es una bonita metáfora del que ha pasado en el mundo de la música en los diez últimos años, de los cambios demasiado rápidos para ser percibidos pero que aun así cuando se ven a cámara lenta resultan ser preciosos.