Hace unos días que el Parlamento Europeo aprobó una ley que establece la obligatoriedad de pagar las facturas en un periodo de 30 días. Del por qué de esta medida, y a quien beneficia, no hablaré. Ya lo han hecho otros, abastamente. Lo que quiero significar aquí son dos realidades.
La primera es importante y preocupante a la vez. Determinados países, como por ejemplo España, hacen dejadez de sus obligaciones y, para decirlo de alguna manera, hacen perder el tiempo a Europa. Me explico. Desde el punto de vista de la gobernanza, la Unión Europea (UE) está formada por dos tipos de miembros: aquellos que están bien gobernados y aquellos que no lo están. Cuando el Parlamento Europeo promulga una ley, se generan dos tipos de reacciones. La primera la de aquellos estados que temen un excesivo nivel de intervención de la UE en sus asuntos cotidianos. Es decir, poco federalismo. Ignoro el caso de los Estados Unidos, pero por lo que he leído, y en cuanto a plazos de pago, cada estado hace la suya. El razonamiento de los países europeos bien gobernados es del tipo "si yo lo hago bien, ¿por qué tienen que venir de fuera a decirme lo qué tengo que hacer?". Por lo tanto, estamos hablando de estados miembros que se sienten cotilleados.
"La Unión Europea (UE) está formada por dos tipos de miembros: aquellos que están bien gobernados y aquellos que no lo están"
Pero hay otros estados de la UE que se encuentran en una situación opuesta. Estamos hablando de países mal gobernados que encuentran en la UE una vía para justificar obligaciones que no quieren practicar. Es el caso de España. La ley de pagar a 30 días está promulgada hace bastantes años. Pero las autoridades españolas no han tenido nunca coraje para aplicarla. Como, generalmente, los incumplidores son las grandes empresas, los gobiernos de turno no hacen nada para forzar el cumplimiento. ¿Miedos? Todos. ¿Quién hará donaciones al partido si la empresa afectada se incordia? Estamos, pues, ante una mala govegobernanza clara.
A partir de ahora, el gobierno español tendrá excusa ante los grandes incumplidores: "¡Chico, Europa me obliga!". Es la excusa del mal gobernante. Es por eso que, en nuestro caso, Europa es la esperanza, siempre. El populismo y la cobardía de nuestros gobernantes se ven, afortunadamente, superados por leyes europeas: roaming, inmigración, pagos, relaciones internacionales, acuerdos comerciales, acciones anticompetencia, etc.
Pero hay un segundo aspecto que resulta especialmente molesto. Y es que, encima, nuestros gobernantes no practican el europeísmo. En lugar de hacer publicidad de los beneficios de estar en Europa, se lo callan. A la que pueden, los atribuyen como fruto de sus propias acciones de gobierno. Los medios los ayudan, está claro. Nadie nos explica que, sin Europa, seriamos una especie de Argentina.
"Si alguien acaba rompiendo Europa seremos nosotros"
Resulta molesto que tenga que salir un jefe de estado extranjero como es el presidente Macron, para practicar el pan-europeísmo y decir que no se trata de más o menos Europa, sino de dejar claro que sin Europa no tenemos nada. Y esto lo dice uno de los que pagan siempre. Nosotros, que cobramos, silencio absoluto.
Si alguien acaba rompiendo Europa seremos nosotros, y los estados como nosotros. Algún día tendríamos que hacernos la famosa pregunta de Kennedy: ¿qué hacemos nosotros por Europa más allá de siempre chupar del bote?