Poco a poco, personas y gobiernos vamos siendo más conscientes de la imposibilidad de conseguir unos niveles de bienestar suficientes en la Tierra para una población que puede llegar a 9.000 o 10.000 millones, si continuamos con el estilo de vida y de consumo que tenemos las actuales sociedades desarrolladas. El agotamiento de algunos recursos naturales, la imposibilidad de eliminar los residuos que provocan un progresivo calentamiento del planeta y el inaceptable mantenimiento de unos grandes niveles de desigualdad entre personas y territorios, son tres de los aspectos que nos llevan a la insostenibilidad del planeta para nuestra especie. Sufriremos mucho en las próximas décadas para encontrar procesos de adaptación para hacer frente a estos tres retos. En este artículo quiero hablar solo del primero, explicando dos paradojas y haciendo después algunas reflexiones al respecto.
1. La especie humana y los recursos naturales. Es evidente que sin una utilización intensa de recursos naturales, originales o transformados, ni nuestra vida ni el bienestar serían posibles. Por eso es tan importante saber con qué contamos y cómo tenemos que utilizarlo. El progreso tecnológico nos ha permitido descubrir recursos, transformarlos para ser útiles e incluso producirlos artificialmente (revolución agrícola y revolución industrial). Pero las reservas naturales siguen siendo absolutamente imprescindibles.
Las dos paradojas que quiero comentar se refieren a los combustibles fósiles y a los minerales. La progresiva explotación de reservas, primero de carbón y más recientemente de petróleo y de gas, permitió disponer de grandes cantidades de energía para uso personal y también para transformar muchos recursos minerales, como compuestos de hierro, de plomo, de aluminio u otros metales, en objetos y máquinas útiles.
La paradoja es que podremos reducir el consumo de los recursos minerales actuales, pero aumentando mucho la utilización de otros menos corrientes, como el litio
En el caso de los combustibles, una de las bases del crecimiento de la sociedad industrial, tuvimos una alarma importante a mitad del siglo pasado sobre la urgencia de "poner límites al crecimiento" debido al posible agotamiento de las reservas conocidas. Se han ido descubriendo y explotando nuevas reservas, pero paralelamente se ha ido tomando conciencia de las consecuencias nefastas de las emisiones de gases que produce la combustión. Allí donde decíamos con preocupación "nos cuesta saber cómo lo haremos si nos quedamos sin petróleo", ahora tenemos que decir: "Intentemos que todo el petróleo que tenemos o descubrimos no salga de donde está". La paradoja es también que, a pesar del cambio, sigue siendo válida la necesidad de "vivir sin petróleo" aunque por razones muy diferentes que las de hace 50 años.
Respecto a los recursos minerales, entramos también en una nueva etapa. Los procesos de obtención de estos recursos y la transformación en herramientas útiles para el bienestar son una de las primeras causas del gran consumo de energía y, por lo tanto, tenemos que reaccionar, por un lado, pasando progresivamente de "la posesión por parte de las personas de herramientas materiales" a "el acceso a servicios", tanto de carácter individual como sobre todo colectivo. Por otro lado, podemos utilizar intensamente las nuevas tecnologías "digitales" que, con mucho menos consumo de energía, nos permiten también resolver nuestras necesidades. La paradoja en este caso es que podremos reducir el consumo de los recursos minerales actuales, pero aumentando mucho la utilización de otros menos corrientes, o muy poco corrientes, como el litio, el titanio, el manganeso, el cobalto, el platino o algunos otros casi desconocidos... Los necesitamos por dos razones: para tener baterías donde almacenar energía eléctrica en momentos en los que no se recibe del sol o del viento, y por la fabricación y la utilización de muchos aparatos relacionados con la generación, el almacenamiento, la transmisión y la recepción de información. Estos días estamos viviendo una muestra de colapsos y cuellos de botella debido a la carencia de recursos de este tipo y al control que hay de su disponibilidad.
Tendría que ser valorado como un factor muy positivo la no excesiva concentración geográfica en la existencia de recursos
2. Precauciones en el diseño. La transformación energética y la transformación digital son dos obligaciones indiscutibles y urgentes, tanto a nivel de gobiernos como a nivel privado. No hacerlo conllevaría grandes dificultades al planeta y a toda la humanidad, y un enorme crecimiento de las desigualdades que no sería sostenible. Pero hace falta que el diseño del futuro, además de aprovechar las nuevas capacidades que nos ofrecen los nuevos descubrimientos y las nuevas tecnologías, tenga en cuenta lecciones que podemos aprender de lo que últimamente nos ha pasado. Enuncio solo cuatro.
- Siempre que sea posible, tenemos que evitar nuevas sorpresas como han sido las consecuencias climáticas no esperadas de las emisiones de CO2. La investigación científica sobre posibles dificultades de futuro tiene aquí un papel importantísimo.
Es imprescindible que se retome, si puede ser a mayor velocidad, el proceso de disminución de las desigualdades a nivel mundial que se tuvo en la segunda mitad del siglo XX
- A la hora de diseñar aparatos, hay que aumentar el conocimiento de las reservas existentes de algunos de los nuevos materiales que contienen, para evitar agotamientos prematuros, para descartarlos o para tener preparados sustitutos.
- En este mismo sentido, tendría que ser valorado como un factor muy positivo la no excesiva concentración geográfica en la existencia de recursos, para evitar tentaciones de control que pueden llevar a enfrentamientos peligrosos, como se han vivido en los dos siglos pasados.
- Es imprescindible que se retome, si puede ser a mayor velocidad, el proceso de disminución de las desigualdades a nivel mundial que se tuvo en la segunda mitad del siglo XX, de forma que por todas partes todos vean perspectivas de mejora y no haya que establecer medidas muy discutibles para evitar excesivos e incontrolados movimientos migratorios.