A las darreries del siglo pasado se pusieron de moda los grandes principios sòcio-culturales aplicados a empresas e instituciones públicas creados por tres relevantes pensadores sobre la economía y la sociedad: Parkinson, Peter y Murphy. Sus definiciones, a pesar del tiempo transcurrido, tienen plena vigencia.
Cyril N. Parkinson, profesor universitario e historiador naval británico, fue contratado por el ministerio naval (Almirallat), para estudiar y dictaminar una extraña paradoja: a pesar de disminuir la importancia de la flota y el número de barcos de la misma, los funcionarios del ministerio y de los astilleros se incrementaban. El 1914 el Imperio Británico disponía de 62 grandes barcos, servidos por 146.000 oficiales y marineros, por 2.000 funcionarios al ministerio y 3.249 funcionarios a los astilleros. El 1920, reducido su poder naval, la Gran Bretaña sólo disponía de 20 grandes barcos a los que sededicaban 100.000 oficiales y marineros, 3.569 funcionarios al ministerio y 4.558 funcionarios a los astilleros.
Parkinson, después de una detallada investigación, concluyó que el total de empleados de una burocracia aumenta entre un 5 y un 7% anualmente, independientemente de la cantidad de trabajo que se tenga que hacer, si hay. Aplicado en casa nuestra, entre el 1977, inicio de la democracia, y el 2014, el número total de empleados públicos ha pasado de 343.300 a 1.612.300. Por otro lado, la proporción de empleado público sobre persona ocupada ha crecido de un 11 a un 18% en el mismo periodo.
"Parece que la informatización y las nuevas tecnologías en lugar de reducir el tiempo para hacer el trabajo, lo incrementan"
Para acabarlo de adobar, hace unos días ha habido un acuerdo entre el gobierno del Estado y los sindicatos que garantiza el incremento de plantillas estatales en más de 300.000 funcionarios en los próximos cuatro años. Parece que la informatización y las nuevas tecnologías en lugar de reducir el tiempo para hacer el trabajo, lo incrementan.
Laurence J. Peter, catedrático de pedagogía a la Universidad del Sur de California (Estados Unidos), estableció el 1969 su famoso "Principio de incompetencia". Según este principio, en una estructura jerárquica, corporativa o de la administración pública, los profesionales que hacen bien su trabajo sueño promocionados hasta el lugar donde acontecen incompetentes.
"Los profesionales que hacen bien su trabajo sueño promocionados hasta el lugar donde acontecen incompetentes"
Volviendo a la actividad política, desde el 1977 hasta ahora el 70% de los ministros no había trabajado nunca en el sector privado. Parece bastante osado que el destino de un país esté gestionado por personas que desconocen el mundo productivo, las dificultades de los mercados, los planes de comunicación, la gestión de los equipos humanos, el análisis de inversiones... En definitiva, la empresa, que es quien genera la riqueza necesaria para poder desarrollarnos y financiar el país.
Finalmente, el ingeniero militar aeroespacial Edward A.Murphy hacía unas investigaciones sobre la resistencia humana a la desaceleración para incrementar la seguridad a los aviones. Realizaba pruebas al desierto con trineos tripulados, alimentados por cohetes, que se desplazaban además de 900 km/hora.
El piloto iba pleno de cables y sensores para poder conocer los efectos de la velocidad sobre el cuerpo humano. La experiencia fue un auténtico fracaso que adjudicaron a Murphy y su equipo. Murphy analizó todas las variables y materiales llegando a la conclusión que su técnico había cableado al revés todos los sensores. Disgustado con el instalador, pronunció la célebre frase "Todo el que pueda salir mal, saldrá mal".
"Es imprescindible de tener en cuenta todas las posibilidades de error antes de hacer una prueba"
La aportación positiva de la Ley de Murphy es la necesidad imprescindible de tener en cuenta todas las posibilidades de error antes de hacer una prueba. Es decir, definir un plano B, C o D en función de los posibles resultados no esperados.
Sobre la aplicación y transposición de este tercer pensamiento, como conclusión de los dos anteriores, lo dejo en manso y mente del lector porqueponga el que crea conveniente.
Espero que Murphy estuviera equivocado, por el bien de todos.