Los mapas no representan la realidad sino que la crean. Mirad cualquier mapamundi que tengan a mano: Europa ocupa la parte central y superior del planisferio. El norte está arriba porque el poder es arriba y mira abajo a sus súbditos, por eso los Europeos se lo pusimos. Si huimos del eurocentrismo cartográfico imperante, comprobaremos que esta asociación arriba-poder es compartida entre varias culturas y diferentes épocas. En los mapas medievales asiáticos la capital, con el palacio imperial, siempre es arriba porque los súbditos siempre miran arriba a su emperador y él, abajo hacia el pueblo.
Los mapas son pues mecanismos de representación de las relaciones de poder más que representaciones de relaciones entre accidentes geográficos. Con el nuevo balance de fuerzas global entre la Xina y los EE.UU. cada vez son más los mapamundis que posan el pacífico al centro. La consecuencia es que la vieja Europa queda arrinconada al margen superior izquierdo del mapa. Comparadlo con el Atlas Catalán de 1375 de Abraham Crezcas.
La demostración de cómo los mapas crean realidades la podéis hacer cogiendo cualquier mapa y cambiando el norte de lugar. El más conocido de esta utilización lúdico-reivindicativa es lo "Down under map of the world", donde el norte es al sur y el sur al norte. Australia, el cono sur de América, una pequeña parte de Africa y la Antártida quedan al nuevo hemisferio norte y el resto del mundo quedamos al nuevo sur. Enseguida se ve cómo el nuevo norte (sur) es prácticamente mar y cómo de amontonados vivimos los del nuevo sur (norte).
La demostración de cómo los mapas crean realidades la podéis hacer cogiendo cualquier mapa y cambiando el norte de lugar
Pero si de verdad queréis entrar en bucle observáis el mapa que compartía esta semana en Twitter la escritora y editora Iolanda Batallé. No os hago spoilers, solo deciros que es seguramente el mapa que más golpes habéis visto a vuestra vida, con el norte al lugar del este. La disonancia cognitiva es tal que un golpe localizado el pedazo de mundo que muestra creeréis que está manipulado. No saldréis de vuestro asombro hasta el momento en que giráis la cabeza y como por arte de magia volváis a vuestra zona de confort geopolítico. Un golpe lo volvéis a girar comprobaréis como vuestra percepción del mundo ha cambiado por siempre jamás.
Otro ejercicio para ver los balances de poder que se esconden detrás los mapas es mirar los mapas de vacunación y compararlos con la intención de voto de sus habitantes. Una mirarda rápida a un mapa de los EE.UU. muestra una correlación casi perfecta entre voto republicano y baja tasa de vacunación y voto demócrata y tasa más alta de vacunación. Un par de ejemplos: a Vermont el 66 % de sus habitantes votaron por Biden, cifra que coincide con la de vacunados. A Idaho, en cambio el 64 % votó Trump y solo el 36 % está vacunado. Haced la suma.
Es comprensible que hasta muy entrado el siglo XX los mapas reflejaran la realidad de quienes tenían el poder y por lo tanto los medios para crearlos. El que es incomprensible es que tinguent el poder de dibujar mapas renunciamos, especialmente cuando tenemos los medios. En el caso del mapa de la vacunación de los EE.UU. y la correlación con el voto, La CNN preguntaba de manera retórica si esto era: a) Estúpido, b) Deprimente, c) Innecesario o d) Revelador. Se quedaron en e) todas las anteriores.