Hay una serie de servicios que damos por sentados. Tocamos el interruptor, y al instante la luz se enciende. Aceleramos y el coche se mueve. Abrimos el grifo y cae agua instantáneamente. En ningún momento nadie nos ha dicho que, antes de conducir, debemos revisar los frenos cada día para asegurarnos de que no atropellaremos a nadie, ni que sería necesario comprobar cada mañana la presión de las tuberías de agua para evitar que sigamos recibiendo agua. Porque hay profesionales que se encargan de que esto ocurra sin que nos impida usar los aparatos de manera natural, y además hay unos controles anuales, unas revisiones, y un sistema que funciona para facilitar la vida a la ciudadanía.
Con la tecnología no sé qué ha pasado, pero nos hemos vuelto locos. Nos han hecho creer que, si no sabemos qué es una VPN, un 2FA, o una cadena de bloques (blockchain), merecemos perder nuestros ahorros en una estafa, y complicar sacar día y hora para pedir una cita con nuestro médico. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
"Y cuando algo va mal, la culpa nunca es del sistema, sino del usuario, que no se ha protegido lo suficiente"
El usuario debe asumir una responsabilidad constante: vigilar si una aplicación es un malware encubierto, entender qué pasa con sus datos cuando una aplicación nos pide permiso, configurar un sistema de seguridad adecuado para evitar ser hackeado… Y cuando algo va mal, la culpa nunca es del sistema, sino del usuario, que “no se ha protegido lo suficiente”. Es como si abrieras el grifo y saliera barro, y en lugar de solucionarlo te dijeran que deberías haber hecho un curso de potabilización doméstica.
Que quede clara una idea: cuando un ciudadano no sabe utilizar una herramienta digital, el problema no es suyo, es el entorno que hemos creado. Ya hemos visto que los sistemas realmente bien pensados son invisibles: no hace falta saber cómo funcionan, solo que funcionen. Sin embargo, curiosamente, en el mundo digital esto no ocurre. Y la gran cuestión es por qué, y cómo hemos llegado hasta aquí sin que nadie preguntara por qué esto no pasa.
Y sí, hay un fondo de dinero europeo enorme para capacitar al ciudadano en el mundo digital, pero no hay ninguno para ayudar a que el sistema deje de ser complicado por naturaleza.
Poner gasolina es elegir el tipo que le toca a tu coche, sacar la manguera, y pagar. Cargar un coche eléctrico requiere de una app específica en cada aparcamiento o municipio, y que la aplicación tenga el sistema de pago autorizado con tu banco.
"Cuando un ciudadano no sabe utilizar una herramienta digital, el problema no es suyo, es el entorno que hemos creado"
Y empiezo a ser malpensada: La tecnología no es difícil por accidente. Lo es porque a quienes la diseñan y la regulan les resulta más fácil y más barato que sea así, mientras nadie les obligue a cambiar las normas, les va bien.
Les pongo el ejemplo de los cargadores. ¿Quién no tiene un cajón lleno de mini USB A, B, C, micro USB, Lightning, HDMI…? Y hasta que alguien ya dijo que ya era suficiente y que ahora todo con USB C, hubiéramos ido sumando formatos. Y en el mundo real lo comparo con las aceras: en cada paso de cebra, hay una rampa para la gente con carritos y movilidad reducida, y nadie ha dicho: es que es más caro de hacer. Simplemente, sabemos que o lo hacemos así, o habrá gente que le será mucho más difícil andar por la calle. Con la accesibilidad y la ciberseguridad debemos hacer un pacto mundial (mal momento, ya lo sé) para no dejar a nadie atrás.
Con la ciberseguridad estoy segura de que todos estamos trabajando para hacer sistemas más seguros. Los primeros interesados son los bancos porque pierden dinero, pero no son los únicos. Estoy convencida de que hay mecanismos para dejar de confundir a la gente, y ahorrar sufrimientos cada vez que recibimos un SMS. Con la IA aún sufriremos más con llamadas que fingen ser familiares nuestros, y no quiero tener que sacar la lupa investigadora. O nos ponemos las pilas, o nos ponemos las pilas, pero no sé si hay que llamar a Europa, a las operadoras, a los del hardware, a los del software, o a los del software libre, que pobres acaban solucionando todo y nadie les da las gracias.
"Con la accesibilidad y la ciberseguridad debemos hacer un pacto mundial (mal momento, ya lo sé) para no dejar a nadie atrás"
En el año 1995, cuando se colgaba el Windows me decía: “Error 1649273.65. Contacte con su administrador de sistemas”. ¡Ou! El administrador de sistemas era yo, y no tenía ni idea de qué era ese error. Cuando me pasé al Mac, que también tienen errores, me decía: “Ha habido un error. Intentaremos salvar el documento en el que estabas trabajando. Presiona aquí para reiniciar, o si no, reiniciaremos el ordenador en 60 segundos”. Me hablaba como una persona que no necesita ser administradora de sistemas, y me daba paz mental. Por suerte después se adaptó y la informática entendió que no todos éramos Kevin Midnick en potencia.
Si la tecnología solo la hacemos para aquellos que saben olfatear los mensajes maliciosos y navegar por laberintos de certificados digitales, solo beneficiamos a los que tienen poder sobre estos sistemas.
Es más rentable crear una dependencia constante de actualizaciones, formaciones, y servicios de asistencia que no hacer un sistema que simplemente funcione bien para todos desde el primer momento.
Estamos en 2025. No tenemos coches voladores, y estamos al borde de una tercera guerra mundial, pero quizás podríamos hacer que la tecnología sea como el agua o la luz: transparente, universal y garantizada por profesionales y un buen sistema, no por el usuario individual. La alternativa es aceptar que vivir en la era digital sea casi tan peligroso como Mad Max, sin tanta polvo.
La pregunta que me queda es: si hemos decidido que la tecnología es indispensable para el día a día, ¿a quién le interesa que esto no cambie?